La comunicación: una acción inherente a la vida
La comunicación es inherente a la vida. Desde el momento mismo en el que se nace, ya se está comunicando algo: un estado, una emoción o una reacción ante los estímulos del contexto espacio-temporal que nos rodea. Voluntaria o involuntariamente nuestras acciones “hablan” y responden por nosotros, y es esa interacción con el medio lo que nos hace ser y crecer. Definitivamente, no somos seres solitarios que se desarrollen de manera aislada, dependemos de los demás para sobrevivir. Esto nos convierte en seres sociales con una enorme necesidad de pertenencia e interacción con nuestros semejantes.
Un lenguaje adecuado
Así, sin importar el tipo de lenguaje a utilizar, con la comunicación establecemos acuerdos y roles de comportamiento basados en valores que sirven para determinar estados de orden y armonía en la convivencia como iguales. De ahí que la falta o cierre de vínculos comunicativos o bien, las formas equivocadas de hacerlo, representan el origen de conflictos y del caos en más de un sentido. Dicho en otros términos, la trascendencia de cualquier acto comunicativo llega a ser tal que puede contribuir, sin lugar a dudas, a la construcción o destrucción de los destinos de las personas, pueblos y naciones.
A través de la historia, el impacto de una mala comunicación ha llevado a la humanidad entera a condiciones obscuras de incertidumbre, inseguridad, ignorancia y confusión entre individuos. Eso ha derivado en una necesidad profunda de tomar conciencia del uso adecuado del lenguaje como factor de cambio, que permita conducir la evolución y desarrollo óptimos de las sociedades con el fin de hacerlas entrar en razón sobre las consecuencias de nuestras acciones en el destino colectivo.
Los estados de orden, justicia y fraternidad constituyen ideales que sólo pueden alcanzarse mediante cambios de actitud y únicamente se llega a ello con la convicción de sus efectos. En ese sentido, la creencia, la convicción y la persuasión van de la mano si se les relaciona como un conjunto de principios que, mediante el uso adecuado del lenguaje, contribuyen en la transformación de nuestras formas de pensar, decir y actuar para la conformación de estructuras sociales coherentes que garanticen la estabilidad espiritual y material entre individuos.
Comunicación retórica
La retórica, definida como el arte de construir vínculos efectivos de comunicación, a través del uso persuasivo del lenguaje, no debe limitarse al solo hecho de “hablar bonito” o emplear mensajes “bellos”, pero vacíos que sólo sirven para embrutecer las mentes de las personas. Se trata de aludir a la razón y al corazón de las personas mediante la utilización de argumentos retóricos que puedan conducirnos a encontrarle sentido a la búsqueda, quizá no de una única versión de los hechos, pero sí de certezas que contribuyan a la conformación de formas sanas y productivas de pensamiento.
El papel de la retórica en la comunicación
Ahora bien, como todo producto de la conducta humana, la retórica no está exenta de caer en el uso abusivo de la misma, colocándola como una auténtica arma de manipulación de masas para el desvío de mentes hacia versiones perversas y dañinas de los hechos. Es por todo esto que, ante el mundo globalizado en el que vivimos, todo profesional de la comunicación debe asumirse como un agente activo, responsable de lo que transmite, valiéndose de una retórica fundamentada en un alto sentido de la ética, donde la emisión de cualquier mensaje tenga como prioridad la honestidad y la transparencia.
Para saber más
Licenciatura en Comunicación Digital, Traducción, localización e interpretación, Universidad Intercontinental.
Aristóteles y La Retórica. Licenciatura en Filosofía, Maestría en Filosofía y Crítica de la Cultura.