¿Qué motiva el suicidio adolescente? A partir de la exitosa serie 13 Reasons Why, se analizan una serie de móviles que pudo tener la protagonista para cometerlo, los cuales, sin embargo, hablan de la condición y los problemas que deben enfrentar los adolescentes en la actualidad.
Por Juan Pablo Brand Barajas|
Docente de la Licenciatura en Psicología
Ser adolescente es correr hacia el futuro con el corazón roto, es arrancarse la piel infantil para quedar en carne viva por algunos años mientras se renueva la epidermis en un doloroso proceso. Cada uno de los personajes adolescentes de la serie 13 Reasons Why vive sus días buscando su identidad y pertenencia en un espacio medio de libertad aún anclado a sus padres. Tienen 17 años y se encuentran inmersos en una atmósfera de competencia, desamor, alcohol, drogas y acoso permanente; cada instante deben poner a prueba su personalidad y aprendizajes con el propósito de afrontar su mayor reto, sobrevivir el paso por la tormenta.
Por ello, la escena de Hannah Baker desangrándose en la bañera es la representación de un fracaso. La muerte de un adolescente es la muerte de un proyecto, de una vida que debió seguir su curso hasta su consolidación. Al terminar, se pierde un fragmento del devenir de todos. Bajo la premisa “nunca nadie volverá a hacerme daño”, Hannah decide cerrar todas sus posibilidades, prefiere llevar su personaje hasta final sin detenerse a pensar que al morir se cierra el telón y el público se retira.
Su suicidio no es del tipo depresivo, sino reactivo narcisista. No desea dejar de existir, al contario, quiere permanecer el mayor tiempo posible en la memoria de, al menos, sus trece elegidos como depositarios de su malestar narcisista. En sentido estricto, ella sólo es víctima de sí misma; su afán por ser diferente a toda costa, denota su vacío subjetivo, entonces se aferra a las imágenes de sí misma que pueden sostenerla, aunque sea temporalmente. Aquí cabe la diferencia que hace Esperanza Márquez Tost (2002) entre el adolescente suicida y el suicida adolescente:
El primero [adolescente suicida] es aquel joven patológico que a toda costa desea terminar con su vida, desea la muerte, la busca y muchas veces la consigue. El segundo [suicida adolescente] es el suicida imaginario que se recrea con la fantasía de la muerte, piensa que no es tan malo querer morir, ya que todo el mundo muere y algunos; incluso, imaginan cómo morir. En momentos de tristeza, vivir les resulta doloroso y recrear la muerte los ayuda, la buscan para vivir (p. 110).
Aunque Hannah consumó su ideación suicida, se encuentra en la segunda categoría, le puso pruebas a su entorno para que la detuvieran, más no las encontró, probablemente porque estaba pidiendo algo que no le podían dar. Ella se sentía excluida y quedó paralizada ante el miedo de quedar excluida de lo que sucedía. Fuera del grupo, experimentó el Miedo a Perderse Algo, o FoMO, por sus siglas en inglés (Przybylski Murayama, DeHaan & Gladwell, 2013), un mal de nuestra época que aqueja principalmente a los adolescentes, quienes ante todo desean ser parte de algo, no perderse en la soledad, escapar de la sensación de que no te queda nada ni nadie, como lo plantea la misma Hannah.
¿Son las 13 razones de Hannah suficientes para suicidarse? La respuesta es complicada porque nos lleva a la disertación sobre los motivos subjetivos que puede tener cada persona para tomar decisiones. Lo que la serie muestra es que compañeras y compañeros sacaron a flote su vacío. Mientras avanzan los capítulos, la pregunta es recurrente: ¿quién es Hannah? Somos testigos de cómo hay deportistas, líderes, artistas… y no logramos encontrar los talentos de la protagonista. Hasta el momento en que decide comenzar a narrar, descubrimos el fuego que guardaba, sin embargo, esa misma explosión la lleva a la muerte. Al convertirse en personaje de su propia historia se coloca a sí misma en una encrucijada: o abandona el gran tejido narrativo que ha logrado crear o lo lleva a su conclusión, que implicaba, necesariamente, la muerte de la narradora. Opta por la segunda opción. De esta manera, queda atrapada en el salón de espejos del narcisismo, donde las únicas salidas son las propias imágenes.
Un dato importante que se ha dejado de lado en varios comentarios que he leído acerca de la serie tiene que ver con los padres de Hannah y su dinámica familiar. Ellos son nuevos en el lugar, al parecer han migrado por problemas que ha tenido Hannah, particularmente de acoso; aunque también van tras opciones de nueva fortuna, ya que sufren los males de la clase media, en deuda perpetua esperando siempre un cambio que les permita no preocuparse por el dinero. Sin embargo, eso no sucede. El tema del dinero ocupa sus días, quieren lo mejor para su hija, pero su mayor temor es descender en la escalera social, por lo que si es necesario sacrificar el proyecto de vida de Hannah a cambio, lo harán. Frente a esto, la hija adolescente responde cuidándolos, se llena de confianza narcisista y considera conseguir financiamientos escolares e ir a estudiar a Nueva York. Esta fuerza no coincide con la decisión de suicidarse, lo cual nos deja ver que eran meras trampas narcisistas donde se inflan las propias posibilidades para afrontar las crisis y los malestares; sin embargo, parecieran inflables, porque cualquier herida los desinfla y nos damos cuenta de que la maravillosa apariencia dependía de una estructura de aire, sin solidez.
Se piensa en acoso, violación y exclusión como causas de la decisión de Hannah, pero esto fue precedido por la constante frustración y la ausencia de sentimiento de logro de sus padres. Al final, se suicida tras perder dinero de los padres, quienes aún ahogados en deudas, le compran una camioneta, dando muestras de su negación, de ese pensamiento de clase media de que es mejor no comer que mostrar pobreza. Los padres de Hannah han depositado en ella toda su frustración, por eso, cuando muere, se van hacia el exterior a buscar culpables. Como todo sistema narcisista, el mal se encuentra afuera, el interior es perfecto y no descansarán hasta mostrarlo.
Paralelamente, la serie nos va mostrando un mosaico de la actual condición adolescente. La más representativa e interesante para mí es el concepto de sociedad del acoso, la cual Hannah define con bastante claridad al inicio del episodio cuatro:
Tengan cuidado y que no los atrapen.
¿Alguna vez se preguntaron qué se siente vigilar a alguien, invadir su privacidad? ¿Se preguntan qué secretos se revelarían? ¿Qué esqueletos se desenterrarían? Bueno, con el siguiente [casete] están por descubrirlo.
La zona A-4 en sus mapas, chicos.
Ahora no digan que tienen mucho miedo o que no se sienten cómodos haciendo estas cosas, porque adivinen qué, espían a otros todos los días. Siempre seguimos a alguien y siempre nos siguen.
Facebook, Twitter, Instagram. Nos convirtieron en una sociedad de acosadores.
Y amamos eso.
Las redes sociales se alimentan de la vida que nos falta, cada día emprendemos la exploración por la pantalla para observar fragmentos de la cotidianidad de nuestros contactos. Algo buscamos, no tenemos claro qué, pero a pesar de ello le dedicamos tiempo y, en ocasiones, mucho tiempo.
Al inicio del episodio siete, Hannah reflexiona respecto de la condición sociable de la especie humana y sobre cómo requerimos de las conexiones entre nosotros para sobrevivir. Quizá ésa es la motivación de nuestra búsqueda, queremos ampliar nuestra conectividad. Mientras más vínculos logramos, más seguros nos sentimos. La fuerza de esas conexiones es la comunicación, lo cual puede ser prueba de la teoría de la evolución del lenguaje como medio para compartir información sobre el mundo, lo que Yuval Harari (2014), en su libro Sapiens: una breve historia de la humanidad, denomina la Teoría del Chismorreo. Nos enfrentamos con ambivalencia a las vivencias de los otros, compartimos sus alegrías, celebramos sus logros, seguimos sus historias familiares, acompañamos sus dolores. Al mismo tiempo, nos comparamos, los envidiamos, descansamos al sentirnos más afortunados; pero, ante todo, observamos, seguimos, opinamos y, si la ocasión lo amerita, criticamos. Nada de lo humano le es ajeno a las redes sociales y los adolescentes habitan gran parte de su vida en ellas.
Tras darles una primera impresión diagnóstica a los padres de pacientes adolescentes, la pregunta recurrente por su parte es: ¿qué podemos hacer? Lo mismo nos cuestionamos aquí: ¿qué hacemos? La tarea no es fácil Y 13 Reasons Why lo muestra con claridad: los adolescentes generan una trama paralela a la de los adultos, un universo alterno en el que rigen otras reglas y otros intereses. Esto es propio de su desarrollo, requieren salir de sus casas para crear lazos sociales con los pares y encontrar pareja fuera del contexto familiar. Están impulsados a crear un mundo diferente al de sus padres e iniciar una historia independiente de ellos. La fundación de ese otro lugar se hace con la inexperiencia, la intensidad y la impulsividad características de la adolescencia, por lo que siempre es un territorio de riesgo, necesario para un óptimo desarrollo, pero de riesgo.
En tal sentido, me gusta la metáfora del alpinista, que suelo utilizar con los adolescentes. Les planteo el reto, tienen frente a ellos una gran montaña, deben subirla y sólo pueden portar una maleta para enfrentar los reveses que implicará escalarla. Agrego que la montaña es su etapa adolescente y deben evaluar los recursos que requieren para superarla y elegir lo básico a fin de utilizarlo cada día. En general, los adolescentes requieren de buenas reservas de recursos socioemocionales para enfrentar las situaciones tan variantes con las que se encuentran, pero la inquietud que provocan sus problemas impulsa a los adultos a querer hacer sistemas complejos de prevención e intervención o, como sucede en la serie, a organizar campañas que no sirven de mucho puesto que solamente refuerzan a las personas que previamente ya tenían el valor que se pretende fomentar. Uno de los personajes arranca un cartel que dice El suicidio no es opción, argumentando que el dicho no es cierto, y es lógica básica, si no fuera opción, no habría suicidios. Entonces, como es opción, es importante que los adolescentes tengan claro que lo es, pero que una vez que se comete, no hay vuelta atrás, ya no tendrán la alternativa de beneficiarse de los cambios que provoque.
No tenemos que alejarlos del suicidio, les tenemos que dar los medios para que se aferren a la vida, que desarrollen la paciencia y sepan que cualquier problema que tengan, acabará en un momento no muy lejano. Quienes sufrimos de acoso en alguna etapa de nuestras vidas, sabemos que todo pasa y que las adversidades nos llevaron a desarrollar habilidades y talentos que posteriormente se tradujeron en gratificaciones.
¿Qué debemos hacer con los adolescentes? Estar ahí, atentos, escuchando, visualizando; sin prejuicios, dando nuestro tiempo y hospitalidad a sus malestares, a sus sueños, a lo que crean día a día; especialmente, impulsar el desarrollo de sus talentos, pues en ellos está la fuerza de la adolescencia, son el ancla a la vida y la vía para proyectar en el mundo su riqueza interior. De nada sirve asustarse, salvo para huir. Como lo he dicho en diversos foros, la pregunta no es qué vamos a hacer con los adolescentes, sino qué vamos a hacer por los adolescentes.
13 Reasons Why ha despertado mucha polémica entre los especialistas de la salud mental en cuanto a su sustento y efecto positivo, y no podemos esperar que una serie resuelva los vacíos que han dejado las familias, las comunidades, las instituciones. Por tanto, en lugar de perder tiempo lanzando extensas críticas, aprovechemos la sinergia que ha detonado 13 Reasons Why, para ponernos a trabajar en la generación de ideas y proyectos que favorezcan el desarrollo positivo de los adolescentes, para que se anclen a la vida y todo lo que pueden lograr en ella. Menos indignación y más imaginación y acción.
Fuente de la imagen que acompaña este artículo: http://www.ibtimes.com/13-reasons-why-netflix-premiere-how-did-book-jay-asher-end-2518115
Referencias
Harari, Y. (2014). Sapiens: una breve historia de la humanidad, Barcelona, Debate.
Márquez, E. (2002). El suicidio de los adolescentes. En Melgoza, M. E. (Coord.). Adolescencia: Espejo de la sociedad actual. Argentina, Lumen, pp. 106-118.
Przybylski, A.K., Murayama, K., DeHaan, C.R. y Gladwell, V. (2013). Motivational, emotional, and behavioral correlates of fear of missing out. Computers in Human Behavior, 29 (4), pp. 1841-1848.