El viernes 10 de febrero, se llevó a cabo la misa en honor a San José Sánchez del Río, santo patrono de la Capilla UIC, la cual fue presidida por el director general de Formación Integral, padre Rigoberto Colunga Hernández y concelebrada por algunos padres Misioneros de Guadalupe.
Durante su homilía, el padre Colunga preguntó a los asistentes cuál es la paz que nos da Jesús y cuál la que nos da el mundo y señaló que la Dios nos da plenitud de vida y eso se logra cuando tenemos una relación profunda con nuestro creador, como fue el caso de san José Sánchez del Río. Finalmente, invitó a la comunidad UIC a ser realmente testigos de fe.
El 16 de octubre de 2016 fue canonizado en el Vaticano San José Sánchez del Río, niño cristero que murió mártir de la persecución religiosa que sufrió México en la segunda década del siglo XX. La curación de una bebé mexicana, para quien “humanamente ya no había esperanza de vida”, fue el milagro que el 21 de enero de 2016 aprobó el Papa Francisco.
Cabe mencionar que la celebración eucarística fue traducida a lenguaje de señas.
San José Sánchez del Río nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán. Al decretarse la suspensión del culto público, José tenía 13 años y 5 meses. Su hermano Miguel decidió tomar las armas para defender la causa de Cristo y de su Iglesia. José, viendo el valor de su hermano, pidió permiso a sus padres para alistarse como soldado; su madre trató de disuadirlo; sin embargo, él le dijo: “Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión”. Su madre le dio permiso, pero le pidió que escribiera al jefe de los Cristeros de Michoacán para ver si lo admitía y, al no ser aceptado, no se desanimó y luchó hasta conseguirlo.
El viernes 10 de febrero lo sacaron de la parroquia al mesón general del ejército federal. Le desollaron las plantas de los pies, y lo obligaron a caminar descalzo. Durante todo el trayecto, José, iba dando gritos y vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. Al señalarle su tumba y poniéndose al pie de ella fue sometido a ahorcamiento y acuchillamiento por sus verdugos. Uno de ellos, Rafael Gil Martínez apodado “El Zamorano”, lo bajó del árbol donde había sido colgado y le preguntó: “¿Qué quieres que le digamos a tus padres?” José respondió con voz de mucha fatiga: “Que viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos”. El verdugo sacó su pistola y lo mató de un tiro en la sien.