La elección presidencial del próximo primero de julio y un eventual triunfo de Andrés Manuel López Obrador, sin duda, significará un cambio en México, al menos en la orientación de las políticas públicas y en la política económica desde el gobierno federal; no así un cambio de régimen político en el país que sostiene a una clase política rapaz y manipuladora.
Su candidatura
López Obrador y su movimiento, con sus defectos, virtudes y sus muchas contradicciones —al igual que el PRI actual y el viejo—, son de hecho la quinta esencia del sistema político mexicano. ¿De qué otra forma se puede explicar su tercera candidatura presidencial?
El sistema político nacional le otorgó todo el espacio para la opacidad al formar Morena, su partido político: financiamientos oscuros que permanecen en el limbo, reglas y requisitos laxamente aplicados —incluso que incumplían con flagrancia la ley— , y ni qué decir de tantos años en clara campaña electoral, contraviniendo la ley. Nadie dijo nada. También en el 2000, cuando López Obrador ganó la elección de Jefe de Gobierno, no cumplía realmente el requisito de vecindad y nadie hizo nada por frenarlo (no querían al tigre en las calles de la ciudad).
Hoy está cerca de ganar la presidencia de la república un hombre con antecedentes de fantasma económico, nada sabemos sobre su forma de vida por años y años en que claramente no trabajó como profesional independiente (no hay declaraciones fiscales), no tenía sueldo (no hay registros de que lo tuviera), no tiene cuentas bancarias. Todo lo que sabemos es que era dueño de unos inmuebles en la Ciudad de México, y tras años de ocultarlo, su rancho La Chingada, en Palenque, Chiapas.
Este sistema político da para que un individuo, como Jaime Rodríguez Calderón (El Bronco), sea candidato independiente por una decisión sumamente controversial del Tribunal de Justicia Electoral, y otro, como Armando Ríos Piter, no lo fuera porque perdió el plazo de presentar una impugnación a una decisión administrativa del INE. Ese es sistema del que López no querrá prescindir realmente porque da todo el espacio para la opacidad, la discrecionalidad y el abuso del poder. Es un fusil en las manos del caudillo.
¿Cuarta transformación?
Un eventual gobierno encabezado por López Obrador no es un cambio de régimen político en realidad, sino un intento de restauración de los políticos más reaccionarios para reestablecer el viejo cuasi-imperial régimen del PRI de los años sesenta y setenta. Se equivoca quien piense que López Obrador ha cambiado y se volvió un político pragmático que se va a moderar y será respetuoso de las instituciones y leyes que limitan el poder político. También se equivocan muchos analistas internacionales que suponen que hay demasiado en juego de lo mucho que México ha avanzado en los últimos 30 años para que López Obrador lo dilapide. Lo hará si la sociedad y la oposición lo permiten, porque cree vehementemente que sus ideas y su entronización como presidente significan una “Cuarta Transformación” del país.
La política económica
La colección de incoherencias que ha propuesto en política económica hace esperar una actitud adversa a la libre empresa y sobre todo al empresariado consolidado en México, al que llama La Mafia del Poder.
También es de esperar que tendrá una actitud de desdén al libre comercio que México ha implementado como una palanca de expansión económica, porque representa el liberalismo económico que tanto desprecia. Por ejemplo, ha dicho en forma más general que “ya no importaremos lo que consumamos, que lo vamos a producir en México”.
Él y sus “traductores económicos” han hablado de que nuestro país alcanzará la soberanía alimentaria. En su plataforma P18 se define que al incrementar la producción de granos restituyendo y rehabilitando 719 mil hectáreas de tierras de cultivo e incrementando la producción, se abatirá la fuga de casi 108 mil millones de pesos de importaciones de granos lo que generaría 604 mil empleos.
Esto evidentemente muestra que considera a las importaciones como una fuga de dinero, que es justamente la visión de orden mercantilista de Luis Echeverría Álvarez, lo que deja en claro que López Obrador no entiende las ventajas comparativas ni las ganancias del comercio.
México no es un país que tenga ventajas comparativas para la producción de granos, por lo que resulta más económico importar una proporción del consumo nacional de granos; pero eso no le interesa, porque lo ve como una fuga, como una pérdida de soberanía y no una ventaja. Para que esto se haga realidad, ha dicho que se otorgarán precios de garantía a los granos, lo cual claramente significa sacrificar cultivos más rentables por cultivos de precios bajos subsidiados por el gobierno, un sin sentido económico.
También es factible que López Obrador junto con su propuesto Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa (un keynesiano de cepa), tenga la tentación de entrometerse con la autonomía del Banco de México, porque López Obrador concibe a la política como totalidad (lo de órganos autónomos o sociedad civil, simplemente le da roña), de ahí que se decante por la idea de un regreso al desarrollo estabilizador donde el Estado intervenía en todo.
Dicha intromisión en política monetaria podría darse a través de la Comisión de Cambios interviniendo en el mercado de divisas con una orientación de palanca fiscal, lo que sería terrible para los mercados financieros, vía alteración en el equilibrio de las tasas de interés, el valor nominal en el tipo de cambio que dejaría de ser un amortiguador y una inflación artificialmente contenida.
Las reiteradas menciones de que cancelará la construcción del Aeropuerto Internacional de la CDMX, cuyo monto de inversión ronda los 13.5 mil millones de dólares y de que suspenderá las rondas de asignación de exploración y explotación petrolera en aguas profundas que se iniciaron hace menos de dos años y que ya tienen compromisos de inversión por más de 160 mil millones de dólares no es un asunto menor. Se trata del aspecto esencial para el funcionamiento de los negocios y la inversión: certeza jurídica y confianza en el sistema legal y económico del país.
De seguir con estas necedades, el costo para el país será gigantesco en términos de confianza y en indemnizaciones para las que el gobierno sencillamente no tiene dinero. Simplemente se convertirá en un gobierno que no atrae inversión (incluida la inversión extranjera), sino que la ahuyenta. Las empresas nacionales y extranjeras irremediablemente enfrentarán un mayor riesgo-país con lo que los nuevos proyectos serán más caros de ejecutar y serán más escasos. Es un viraje de ruta, hacer a un lado a la iniciativa privada y superponer al Estado en la actividad económica de gran volumen de inversión. Le molestan las empresas privadas en actividades como petróleo, energía, gas, telecomunicaciones, transporte, minería. En su visión, la iniciativa privada debe ser reducida a negocios más atomizados que el Estado no puede atender. Se verá un regreso del Estado en actividades económicas y no sólo un gobierno regulador.
Este conjunto de elementos va a trastocar fuertemente una parte de la economía que ha venido funcionando bien los últimos 30 años: el sector externo, que ha tenido magníficos resultados en flujos comerciales e inversión extranjera directa. El daño será aun mayor al considerarse que el libre comercio propicia un creciente intercambio de ideas, tecnología, conocimientos. Lo más trascendente del libre comercio es justamente un intercambio creciente de ideas con más personas, más empresas, más formas de resolver problemas y necesidades de la población.
Tratado de Libre Comercio
López Obrador quiere ser quien concluya las negociaciones del TLCAN. Llama la atención que, siendo un detractor del libre comercio quiera que su gobierno concluya la negociación. Se vislumbra sumamente difícil que dos personalidades tan caprichosas, Trump y la suya, lleguen a un acuerdo sin capitulaciones que pueden no responder a los intereses de México.
Da la sensación de que estaría más interesado en que el final de la negociación quede en manos de su gobierno para sabotear un posible acuerdo y comenzar a desmantelar la política comercial de México. Es evidente que su gobierno no tiene aún la solvencia técnica para formular y ejecutar la política comercial, y es más fácil desmantelar que gestionar desde tus ideas académicas “totales” que ir más hacia adelante con reglas y disciplinas comerciales cada vez más complejas.
Más aún, la combinación de visiones de Donald Trump y López Obrador es veneno puro para el comercio internacional. De ganar López Obrador y prevalecer la visión nativista de Trump en Estados Unidos en los siguientes años, América del Norte corre el claro riesgo de rezagarse respecto a otras regiones del mundo como Asia especialmente. El impacto de una victoria de López Obrador en la región podría ser enorme porque México es un referente en América Latina. Sus ideas políticas y económicas de una excesiva intervención del Estado en la economía influirán para que otros países secunden estas políticas y sobrevenga un vuelco proteccionista.
El Ogro Filantrópico
Mucho me temo que nuestro país se encamina al restablecimiento del viejo régimen autoritario que el PRI mantuvo por décadas, esta vez con un renovado “caudillo” populista. Algo que los mexicanos suponíamos superado como sociedad, en el que gozamos de mayores libertades, está por regresar. Se trata de un fenómeno que históricamente ha tenido América Latina con sus raíces coloniales, un caudillo fuerte y autoritario, que socava las libertades y expande el poder del Estado-nación.
La personalidad evidentemente intolerante de López Obrador y de confrontación, lo hace especialmente peligroso. Se ha peleado con empresarios a quienes insulta tildándolos como mafia en el poder, desprecia a “los güeritos” a quienes llama “güeritocracia” o “pirruris”; se ha peleado con la prensa que lo critica aduciendo que lo ataca, que son emblema de la guerra sucia, una prensa al servicio de la mafia del poder; se ha enemistado con la Suprema Corte de Justicia de la Nación a cuyos integrantes llama “maiceados”.
Ha llegado al límite demencial de llamar al Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) como el responsable de la situación económica de México, si es que asumimos que la crisis económica que reiteradamente aduce sea cierta, aunque la economía mexicana tiene 38 trimestres (una década) en crecimiento.
Es claro que difícilmente estando en silla presidencial se va a contener contra quienes lo hemos criticado. López Obrador quiere reinstalar en la silla presidencial al ogro filantrópico del que hablaba Octavio Paz en su célebre ensayo de 1977 que tanto disgustó al gobierno y al PRI de las épocas jóvenes de López.
La posición política de López Obrador no es realmente de izquierda y mucho menos liberal, como él pretende hacer creer. La real posición de López es de centro derecha y de asistencialismo del Estado, con ganas de estimular un capitalismo de Estado y de los “cuates” (con su nueva élite de empresarios como Alfonso Romo), así como de ganas de que el Estado sea magnánimo y bondadoso con los más pobres.
No soy optimista sobre un gobierno de López Obrador. Pienso además que el despertar del salto al vacío que significa su elección como presidente, será sumamente cruento para la población y para los que presumen cierta instrucción y votarán por él. Vislumbro un fracaso económico que puede costar nuevamente una generación entera y evidentes retrocesos políticos que podrían significar menor grado de libertad que hoy sí tenemos. El ogro ahí viene con el mazo en la izquierda y el machete en la derecha.