“El sol no supo de su grandeza hasta que incidió sobre la cara de un edificio”. Ésta es una frase de Louis Kahn, uno de los maestros del volumen y la materialidad, de la luz, de la emoción en el espacio, de la muestra fiel que comprueba que el hecho arquitectónico puede evocar lágrimas y rozar lo sublime, tal como lo hace una obra de arte.
¿Pero qué hacía a Kahn un prodigio? Al respecto, referiré el sustento de lo que hoy deseo plantear a una de las teorías aún vigentes en el ideario de la disciplina sobre la generalidad en la concepción de la obra de arte.
En El origen de la obra de arte, Martín Heidegger culmina su propuesta según el entendimiento de quien suscribe, al encontrar ese hilo negro que permite explicar el acto artístico y las múltiples implicaciones que éste puede tener en su entorno. Que una obra, al ser genuina muestra de arte, representa un acto que levanta un mundo para que los demás puedan deleitarse.
La obra, según Heidegger, pone al mundo en tensión con la Tierra, llegando al punto en el que se aísla de toda relación hasta reposar en sí misma; todo ello a partir de su autor, de ese artista que es el puente hacia el surgimiento de la obra y que se destruye a sí mismo en la creación.
El acto creativo según el espacio
No podría encontrar mejor ejemplo para explicar el acto creativo a partir de lo espacial que a João Luís Carrilho da Graça.
Da Graça llega para probarnos que a pesar del tiempo y las vanguardias, de la modernidad superada y de la vorágine en la que nos encontramos, la disciplina arquitectónica actual sigue plantándose, desde el entendimiento de la naturaleza circundante, como una semilla capaz de dar a su entorno en proporción igualitaria.
Que si pretende ser digna de ser habitada; pero, sobre todo, si precisa ser contemplada, no hará nada más que celebrar al usuario.
En este sentido, la tarea espacial que conlleva la arquitectura no es mucho más difícil, aunque tampoco mucho más fácil que enaltecer la existencia misma de lo que rodea esa semilla sembrada. Que de ser acertada en su concepción creativa, entenderá cada uno de los fenómenos y accidentes que suceden a su alrededor y creará el escenario idóneo para su deleite.
Una verdadera obra de arte no compite con su hábitat, lo enaltece. Y eso mismo es lo que este maestro del espacio hace con el cielo, la luz, el agua, el viento, con cada roca que encuentra en su transitar.
Aquello que logró Kahn con la fachada al cielo en aquellos laboratorios, el día de hoy, Carrilho da Graça nos muestra que sigue vigente. Y si no me equivoco, seguirá haciendo de un hecho arquitectónico, la puerta al empíreo que sólo aquellos capaces de entender lo que cada uno de los rayos de sol que se implantan en la tierra logran con el espacio y la materialidad.
Este texto deriva de la presentación que da Graça ofreció en marzo en la Ciudad de México, en la que aseguró que “todos los sitios en el mundo son extraordinarios, y nuestro trabajo como arquitectos es evidenciar la cualidad extraordinaria del lugar que nos ha tocado intervenir”.
Para saber más
Licenciatura en Arquitectura, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/licenciaturas/division-ciencias-sociales/arquitectura/
Licenciatura en Diseño Gráfico, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/licenciaturas/division-ciencias-sociales/diseno-grafico/
Irma Lozada, “BIM, lo último en tecnología para la arquitectura”, Blog UIC. Disponible en https://www.uic.mx/bim-lo-ultimo-tecnologia-la-arquitectura/
Abril López, “Arquitectura con orientación social”, Blog UIC. Disponible en https://www.uic.mx/arquitectura-orientacion-social/