El arte en la actividad del traductor

Escrito por: Ana Hilda Guzmán Ahumada

Profesora en la Lic. en Traducción, Localización e Interpretación

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A continuación, mostraremos la entrevista que se realizó al galardonado traductor Arturo Vázquez Barrón. Además de ser docente y traductor, se especializa en géneros literarios y en investigación para implementar nuevos planes de estudio. Conozcamos su experiencia alrededor del arte de las letras.

¿Cómo te iniciaste en el mundo de las letras y la traducción?

Cuando terminé mis estudios en el Liceo Franco Mexicano, en realidad, iba encaminado a estudiar mecánica. Por eso me fui a Estados Unidos para, además de perfeccionar el inglés, estudiar mecánica y diseño de carrocerías. 

Paralelo a mis estudios, disfrutaba de la lectura y traducía todos los textos que caían en mi poder, ya que, para mí, era necesaria la acción de traducir al español.  

¿Fue algún libro lo que te inspiró a desarrollar el hábito de la traducción?

Recuerdo el libro de City of Night de John Rechy, que leí en la adolescencia. Lo había leído en español, pero me gustó tanto que lo leí en inglés. En ese momento fue cuando empecé a traducir, pues inconscientemente comparaba ambos textos. 

¿En qué momento decides estudiar traducción?

Al volver de Estados Unidos, dejé los autos para estudiar lingüística y traducción en el Instituto Superior de Intérpretes y Traductores (ISIT), donde me gradué como traductor técnico en inglés-español. Ahí mismo aprendí mucho, tanto de literatura como de análisis literario. 

¿A partir de ese momento te dedicaste a la docencia?

En la prepa, además del inglés, estudié francés. Ello me permitió introducirme en la docencia. Al mismo tiempo que estudiaba en el ISIT, empecé a dar clases de francés en el Instituto Francés de América Latina (IFAL).

¿Cómo puedes describir esa experiencia? 

Esa experiencia fue lo que me permitió diseñar un curso intersemestral en el IFAL. Además creé un Diplomado en Traducción independiente, es decir, que tuviera reconocimiento propio. Así fue como empecé a formar las primeras generaciones del diplomado y, posteriormente, el Centro de Traducción del IFAL.

¿En qué momento te dedicas de lleno a la traducción y cómo fueron tus primeras colaboraciones?

Empecé picando piedra y, en realidad nunca, he sido exclusivamente profesor ni exclusivamente traductor. La práctica simultánea de ambas profesiones es formativa, y es lo que me ha permitido colaborar en proyectos importantes y que me gustan. 

Así, elegía qué textos traducir y los proponía a editores de revistas; algunos se publicaban, otros no. 

¿Cómo surgió la Asociación Mexicana de Traductores Literarios para ti?

Este proyecto surge de una necesidad profesional: una estructura gremial. Así, al jubilarme del IFAL retomé la asociación y convoqué a algunos colegas para que fueran los miembros fundadores.

Actualmente, AMETLI cumple dos años y va marchando bien, pues, contamos con un diplomado, servicio de asesoría legal y un despacho especializado en derechos de autor.

Su objetivo es el reconocimiento del traductor literario como un autor autónomo. Es decir, que se valore por sí solo y tenga representación y defensa legal.

¿Qué cambios tecnológicos repercuten en la traducción literaria?

La tecnología ha facilitado muchos aspectos de la práctica profesional, como ahorrar tiempo para desplazarte a las bibliotecas. Sin embargo, la tecnología no suple al traductor en ningún ámbito, pues la delicadeza del traductor de carne y hueso expande las posibilidades culturales, sensitivas y lingüísticas de un texto.  

¿Qué proyectos han sido determinantes en tu carrera?

Todos los proyectos han sido importantes, pero a lo que le he apostado más es a la formación de traductores. En la práctica profesional, me he dedicado al reconocimiento del traductor como autor de sus propios textos, ya sea en clases, seminarios, asociaciones, etcétera, pues la finalidad es reconocer al traductor como entidad creadora, es decir, un artista. 

¿Qué consejos le das a quienes desean dedicarse a la traducción literaria?

Mantenerse firmes en su deseo. Y, aunque las condiciones profesionales se vislumbren turbias, que no desistan en cuanto a la remuneración. Las satisfacciones económica y profesional se logran a largo plazo.

 ¿Qué significó para ti recibir el reconocimiento de la Fundación Italia Morayta?

Fue algo muy satisfactorio y me sentí honrado al igual que otros tres colegas que lo recibieron.

¿Te gustaría añadir algo más para finalizar la entrevista?

El traductor tiene derecho a ser artista, y de hecho lo es. Y por tal, se le debe reconocer por su trabajo. La actividad del traductor no debe pasar inadvertida y al mismo tiempo, debe pelear por mejores condiciones laborales.

Hay todo un camino por recorrer, pero siempre defendiendo nuestro papel y su importancia. Sin importar la especialización, ya sean técnicos, literarios, jurídicos o peritos, el traductor es importante no sólo en el mundo de las letras, sino en todos los ámbitos de la vida. 

Para saber más: 

Licenciatura en Traducción, Localización e Interpretación, Universidad Intercontinental.

Cursos de idiomas, Universidad Intercontinental.

 

 

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