Hay relatos que resguardan historias y lugares donde, por azar o por destino, entablan un diálogo con la posteridad. Tal es el caso del “Templo del espíritu” o el Guggenheim ubicado en la Quinta Avenida de Manhattan, New York. Declarado en 2019, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fue inaugurado en 1959, pero su arquitecto no logró visualizar la trascendencia de su legado.
Fue el primero de 7 museos de paisaje urbano del siglo XX, construidos por el arquitecto Frank Lloyd Wright. Este edificio cilíndrico tiene también sede en Bilbao y Venecia y próximamente en Abu Dabi. Además de ser un modelo internacional de planificación urbana rige un panorama cultural alrededor del mundo.
La influencia de esta construcción surge del coleccionista de arte Solomon R. Guggenheim, quien en 1937 difunde el arte de su tiempo. Gracias a que su familia heredó una mina y posteriormente a ello, se dedicó a coleccionar obras antiguas. Tiempo después asesorado por la baronesa Hilla Rebay, volvió la mirada al arte abstracto y a autores como Kandinsky. Quien lo incentivó al temerario desafío de subastar sus clásicos para crear su propia fundación.
La idea de tener un museo fue a raíz de que había una pequeña galería en el mismo lugar. Para posteriormente convertirse en el templo de arte que resguarda obras de Pollock, Monet, Picasso o Renoir por mencionar algunos. Pues, con más de 7 mil obras y desde hace 60 años dicho recinto ha resguardado casi un siglo de arte contando historias que seguirán contando historias.
Para saber más:
Licenciatura en Comunicación Digital, Universidad Intercontinental.
Maestría en Filosofía y Crítica de la Cultura.