Cuando escuchamos la palabra paisaje solemos pensar en altas montañas, pobladas con verdes árboles, altas cascadas, sinuosos cauces de ríos y nieve en las cumbres; en una paradisíaca playa desierta, con palmeras junto a la línea donde rompen las olas y aguas turquesa.
Lo curioso es que, en pocas ocasiones, incluimos en nuestro “ideal de paisaje” la presencia del ser humano; como mucho, una pequeña cabaña junto a un lago entre las montañas o una solitaria palapa en la arena. Sin embargo, la palabra paisaje tiene un origen distinto.
Origen de la palabra “paisaje”
El término “paisaje”, del latín pagus, derivó en el término francés pays, y de ahí a paysage, para referirse al campo, a las zonas agrícolas o ganaderas que dan sustento a la población.
En pocas palabras, se trata de la misma raíz de la que proceden las palabras “país” o “paisano”, que significa “pertenecientes a un mismo lugar”.
Por tanto, si atendemos a su etimología, no puede haber nada más vinculado al Homo sapiens y a sus actividades productivas que un paisaje.
Acepciones posteriores, recogidas en gran parte de los diccionarios actuales, tratan el paisaje como aquella “extensión de terreno vista desde un lugar determinado” (Gran Enciclopedia Larousse, 1971).
Frente a dicha dicotomía, recientemente se ha acuñado el término de paisaje cultural, con la idea de devolver al término su vínculo inicial con el hombre y sus actividades.
Entonces, ¿qué es un paisaje cultural?
Un paisaje cultural será es aquella división del espacio apropiada, transformada y significada por el ser humano a lo largo del tiempo.
Es decir, el paisaje se convierte en protagonista absoluto y depositario último de ajetreos, labores, creencias, celebraciones, sentires y decisiones de una comunidad. Entendido de esta manera, es donde ocurren las cosas y donde, de una manera u otra, quedan escritas, esperando a ser leídas.
A partir de esa idea, el paisaje cultural se presenta como una nueva y prometedora categoría patrimonial, que trasciende la idea de monumento aislado o centro histórico, para abarcar un ámbito más extenso y complejo.
Dicho ámbito contempla las componentes físico-ambientales, aunque también los socioculturales y los perceptivos, tanto materiales, como inmateriales.
Se trata de un complejo rompecabezas que requiere de equipos multidisciplinarios para su estudio y en los que los arquitectos tenemos, sin duda, mucho que aportar.
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