Son más de 400 años los que constituyen la historia de la ópera, una de las artes escénicas más completas, pues fusiona literatura y teatro con la música, esta última, elemento esencial de los montajes que nos remontan al barroco europeo o a los dramas litúrgicos representados en el siglo iv.
Dichos montajes son la evolución de las tragedias griegas y la música monódica, los cuales encuentran en su desarrollo un punto de convergencia para dar origen a un estilo que revolucionaría el arte.
El nacimiento de la ópera
Las palabras y el ritmo de los versos se fueron enriqueciendo durante el siglo XVI, donde los clásicos se abordaban desde una perspectiva distinta, dejando de lado los temas profanos y religiosos con los que se propagaba la fe.
Así es como nos encontramos con Claudio Monteverdi, músico italiano que hace del canto el principal protagonista de dichos montajes, logrando adaptar los textos al gusto y mentalidad de la época.
Tiempo después, disputándose el lugar como primera ópera con el Orfeode Monteverdi, encontramos la puesta de carácter pastoril Daphne, resultado de la unión de los talentos Jacopo Corsi, Otavio Rinuccini y Jacopo Peri, integrantes de la Camerata Florentina.
El éxito del nuevo género llevó a creadores de Francia, Alemania e Inglaterra a imprimir un sello característico a cada una de las composiciones; es decir, a crear su propio estilo de ópera.
Desde entonces y con el pasar de los años, nombres como los de Mozart, Verdi, Puccini, Bizet, Wagner o Tchaikovsky ocuparon las marquesinas de los teatros alrededor del mundo; incluso, se edificaron recintos para llevar a cabo las representaciones.
Así nació el espectáculo más completo hasta entonces, la ópera, que escribía una página más en la historia cultural de la humanidad.
La ópera recibe un duro golpe
La aparición y difusión del cinematógrafo y posteriormente de la televisión representaron para la ópera un duro golpe; aunque con géneros y medios de producción distintos, la penetración y costos de los nuevos medios suponían mayores oportunidades para los empresarios.
La meta era la misma: entretener a la sociedad, y así como Verdi o Wagner usaron la ópera para enarbolar el espíritu nacionalista, en el siglo xx, Estados Unidos se dio cuenta que se podía hacer lo mismo con el cine, pero sin necesidad de viajar con elenco, músicos y equipo técnico. Una película se podía proyectar una y otra vez con el mismo impacto y el trabajo estaba hecho.
El cine y la ópera unen esfuerzos
La ópera y el séptimo arte no están peleados, muchas adaptaciones de la lírica se han llevado a la pantalla y otras tantas piezas musicales se han adaptado como bandas sonoras. Los mismos compositores han fungido como fuente de inspiración para cineastas.
Lo que sí debemos resaltar es que, con el auge del cine, un arte tan completo como lo fue hasta el siglo xix la ópera, la música dejó de ser la gran protagonista.
Es decir, ya no se hacían montajes o adaptaciones de textos para los compositores, ahora, los creadores musicales se subordinaban a una imagen. Pero eso no significó una sentencia lapidaria para el género, al contrario, era un momento de reinvención y búsqueda de nuevos caminos.
Aunque no ha sido tarea fácil, la ópera sigue viva, con sus autores, interpretes, directores y audiencias, que ven en el arte lírico una de las manifestaciones más sublimes del ser humano, donde se conjugan las bellas artes y los sueños.
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