De la historia de los colores y la diferencia entre las personas

Autor UIC

Escrito por: Ana Gabriela Vázquez Carpizo

Docente de Diseño Gráfico

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“La historia de los colores” pertenece a la colección El Viejo Antonio, que se imprimió a finales del siglo pasado. Las ilustraciones son de la autoría de la artista mazateca Domitila Domínguez, Domi.

Breve viaje al pasado

El 1 día de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)irrumpió en el escenario político de México. Apareció lanzando una ofensiva militar para tomar siete cabeceras municipales en el Estado de Chiapas. ¿La razón? Demandaba democracia, libertad, tierra, paz y justicia para los pueblos indígenas de México.

El movimiento presentó como uno de sus principales ideólogos, portavoces y líderes militares, al entonces denominado subcomandante insurgente Marcos. Actualmente, recibe el nombre de subcomandante insurgente Galeano, en homenaje a José Luis Solís Sánchez “Galeano”, zapatista asesinado en 2014. Marcos —o Galeano— es, sin duda un personaje ya emblemático de la lucha indígena en la historia de nuestro país.

El Sub, escritor

Marcos se distinguió por sus notables habilidades retóricas y literarias —es decir, argumentativas—, desde ese 1 enero de 1994.

Comenzó a emitir comunicados que fueron publicándose en el periódico La Jornada. Hoy sabemos que, desde 1992 hasta 2006, escribió más de 200 ensayos e historias y publicó 21 libros, en 33 ediciones. En toda su obra, ha quedado documentada su visión filosófica e ideología política.

Tradición y valores

Las narraciones de Marcos dejan ver su amor y amplio conocimiento de las antiguas tradiciones de los pueblos del sureste mexicano. En La historia de los colores —cuento infantil, basado en el mito maya de la creación—, no sólo narra el origen de los colores. También muestra, a propósito del relato, su pensamiento sobre temas como la tolerancia y la biodiversidad en el mundo.

La historia de los colores

A continuación, presentamos una breve síntesis del texto mencionado.

El Viejo Antonio señala a una guacamaya que, por su colorido, destaca en el cielo gris de un día lluvioso. “Tantos colores para un solo pájaro”, afirma. Luego, una parvada de tucanes desvía su atención y comienza su relato:

“Al principio, las guacamayas no eran así. Sus plumas eran descoloridas, como las de una gallina mojada; una entre tantas aves de las que nadie sabe su procedencia.”

Tras una fumada a su pipa, Antonio continúa el relato:

“Cuentan los primeros y antiguos pobladores que los dioses despertaron después de que la negra noche se cansara de estar. Y comenzaron a pelear de aburrimiento, pues en aquellos tiempos el mundo sólo tenía dos colores: el negro que acompañaba la noche y el blanco que traía el día cada mañana. Por la tarde, sin embargo, el gris mantenía el equilibrio entre los dos opuestos anteriores. Así, después de aburrirse de tanto pelear, los dioses decidieron crear más colores que sembraran en el mundo la alegría de andar por él.

Acordaron pensar en cómo lo harían. Mientras uno de ellos caminaba meditando, se distrajo y sin mirar el camino, se cayó y se golpeó la cabeza de la que brotó un chorro de sangre. Después de llorar por semejante golpe y sorprendido por el “nuevo color” que nacía, corrió para mostrárselo a sus compañeros, quienes convinieron en llamarlo colorado.”

Observando el paisaje, el viejo Antonio continúa:

“El tremendo hecho motivó a otro dios a buscar un color que le sirviera para pintar la esperanza. Después de consultarlo con la asamblea de dioses, decidió darle el nombre de “verde”. Otro de ellos, con cierta desesperación, comenzó a rascar la tierra buscando el corazón de ésta. Escavó y escavó hasta que sacó un puñado de polvo grueso, de un color que sorprendió a todos. Después de pensar unos minutos, lo llamaron café.

“Más tarde, otro dios se puso a observar hacia arriba y decidió subir para ver de qué color era el mundo. No sabía cómo mostrarlo a los demás, de modo que decidió verlo fijamente hasta cegarse, pues el color del mundo se había adherido a sus ojos. Bajando a tientas y como pudo, llegó finalmente con sus colegas diciendo: ‘Éste es el color del mundo’. Profundidad y pureza salieron a la vista de todos, por lo que optaron por ponerle azul.

Otro dios escuchó un sonido que llenaba el ambiente y buscando por aquí y por allá, encontró a un niño riendo. Cuando se descuidó, le arrebató la sonrisa, dejándolo llore y llore. Cuenta la tradición que ése es el motivo por el que niñas y niños ríen y lloran todo el tiempo. Amarillo le pusieron al color de la alegría.”

El viejo Antonio hace una pausa, fuma de nuevo y prosigue:

 “Guardando los colores en una cajita debajo de una ceiba, los dioses se cansaron de tanto trabajar y decidieron reposar. Bebieron un pozol y se quedaron dormidos.

“Pero la cajita no estaba bien cerrada, por lo que los colores salieron y, jubilosos, se mezclaron entre sí, produciendo otros. Al darse cuenta, la ceiba se preocupó, así que los metió de nuevo en la cajita, pero ya eran muchos más. Al llegar los dioses y creer que la ceiba había parido tantos colores, los dejaron a su cuidado para que, desde su cabeza, pudieran pintar al mundo.

“Fue de esta manera que subieron a su copa y, aventando los colores, observaron dónde caían. El azul se dividió en dos partes; una quedó en el cielo transparente y la otra, en la profundidad de las aguas. El verde vistió de esperanza a los árboles y plantas, mientras que, por su peso, el café cayó de nuevo a la tierra. El amarillo risueño subió y subió hasta pintar el sol. El colorado, en cambio, fue tragado por mujeres, hombres y demás animales que quedaron pintados por dentro.

“El día terminó y los dioses siguieron aventando colores por doquier, impregnando de vida a todos los seres. Por eso, hay personas de tantos tipos y de tan diferentes formas de pensar.

Finalmente, para que los colores no se perdieran y buscando dónde ponerlos, vieron a la guacamaya. Pensaron que en ella cabrían todos los colores, y también comprendieron que la variedad de cosas podría convivir armoniosamente en el mundo”.

Seres humanos de colores

En su relato, el Subcomandante Marcos se vale de la metáfora para indicar que, como los colores, cada ser humano es valioso justamente por sus diferencias. Y, del mismo modo, es posible “impregnarnos” de ellas y aprender de tanta riqueza.

Para saber más

Licenciatura en Diseño Gráfico, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/licenciaturas/division-ciencias-sociales/diseno-grafico/

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