La atemporalidad de la inmediatez. Warhol como la estrella (oscura) de la era contemporánea

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Warhol

Estamos en una cultura que exhibe sin tregua el goce y promete a todos una satisfacción perfecta e inmediata […] que se caracteriza por la búsqueda de placeres instantáneos, el gusto por experiencias efímeras y sensitivas, el descubrimiento de ambientes embriagadores.

Giles Lipovetsky y Jean Serroy La estetización del mundo. Vivir en la época del capitalismo artístico.

La frase anterior podría ser completamente cierta si pretendemos relacionarla al medio artístico de la contemporaneidad. Una búsqueda desmedida de placeres banales e instantáneos y un interés por encontrar algo que nos lleve a la enajenación total, son probablemente el mayor propósito de un público que es sólo un espectador en busca de cada vez más. Más “placer”, más objetos, más morbo, más consumismo, más productos, más vanguardia, más ¿vacío?

Warhol vs. el Status Quo

En medio de todo este panorama tan peculiar (y no precisamente por sus cualidades favorables), es difícil concebir que hubo alguien que tuvo el conocimiento en el tiempo adecuado de sublimar toda esta frivolidad. En el marco de una transición, aquella en la que sin cambiar los paradigmas de la moral estética estaban siendo cuestionados, Andy Warhol emerge de una esfera social poco favorecida hacia el mundo de la industria publicitaria y comercial, para adentrarse más adelante en las líneas del arte pop, mismo que lideró hasta el final de sus días.

Pero, ¿qué es aquello que ha mitificado tanto a este personaje?, ¿qué cualidades lo han vuelto tan peculiar? Responder lo anterior, podría prestarse a una adoración ante el periodo “clásico” del consumismo y la publicidad de los años sesenta. Pero más que un fanatismo (en algunos) por la sensación de lo agradable y lo atemporal, aquí lo único atemporal es él.

El mismo Warhol, que, orgulloso, celebraba y disfrutaba su fama, que al sentirse y saberse víctima de un medio consumista y decadente, plasmaba en sus obras todo aquello de lo que él mismo era un blanco fácil.

El valor del artista

Andy Warhol es la pieza imprescindible del arte pop, porque otorga un valor enorme a lo que, para todos, carece de él. Porque es capaz de llevarnos a los cuestionamientos ontológicos más profundos de nuestro vacío existencial a través de los objetos más banales y cotidianos. Porque se vuelve un experto observador de la sociedad no sólo de su tiempo, sino también de los deshechos, del drama, de la violencia y de todo aquello que esclaviza al ser humano en la actualidad.

Se apropia tanto de todo el esnobismo contemporáneo que lo utiliza como materia prima. Así, lo que en un inicio nace como una provocación es convertido en una obra de arte por alguien que, conociendo perfectamente los infiernos y paraísos de la fama y de lo comercial, provoca a su espectador no sólo de manera mecánica e inmediata al cuestionar toda moral estética, sino desde lugares muy internos al presentarle a éste la verdadera razón de sus altibajos emocionales, la necesidad eterna de sentirse atraído y a la vez, de despreciar la atracción inmediatamente. La insatisfacción a pesar de todo sentimiento y adquisición.

Le habla de un futuro que se aproxima a llegar, donde, aunque se augura progreso, la globalización y la tecnología mal aprovechada sólo nos acercan más a un precipicio monstruoso y sumamente atractivo, a un lugar en donde el vacío es inevitable.

De este modo. y a través de la priorización del drama, inducido por la cultura mediática y la fama, Warhol pasa de la plasmación de íconos de Hollywood, hasta la exploración de noticias desastrosas en las que la vida y la muerte juegan un papel protagónico, entendiendo la finitud en un escenario trágico como aquel recurso que alimenta el morbo y la necesidad de saberse sorprendido para únicamente saciarse temporalmente y volver a la carencia de inmediato.

Statue of Liberty A. Warhol (1962) Obra realizada por el artista en el apogeo de la guerra fría entre el movimiento por los derechos civiles y las amenazas de ataques nucleares en Estados Unidos

Andy Warhol afirmaba que no había más que ver la superficie de su obra para conocerle. Qué contundente y contradictoria resulta esta afirmación, pues en palabras propias podría afirmar que existe un discurso interminable en el sentido atemporal para la obra de este artista.

Por tanto, en una historia donde la tragedia, la frivolidad, el consumismo y todos los más bajos placeres del ser humano son protagonistas, es evidente que no hay final, que no hay una meta, que lo único que queda es seguir descubriendo un significado más grande a tanta congruencia.

¿Congruencia? Es claro que provocar tanto con tan poco (en el sentido puramente conceptual) conlleva una tarea complicada. Es congruente porque nos predice los días actuales, esa ruptura emocional y social que se suaviza temporalmente al consumir. Porque inmersos y obstinados en la necesidad de “mejorar”, la mejora nos ha rebasado. Porque no utilizamos el consumismo y la publicidad. Porque simplemente Andy supo contar muy bien el futuro de esta historia, en donde los papeles se han invertido y somos los esclavos. El consumismo nos ha utilizado a nosotros al decir:

Cuanto más miras la misma cosa,

más se desvanece el significado,

y mejor y más vacío te sientes.

Y para ti, ¿Dónde está tu ruptura?

Para saber más

Universidad Intercontinental, Licenciatura en Diseño Gráfico,

Universidad Intercontinental, Licenciatura en Arquitectura,

Universidad Intercontinental, Licenciatura en Psicología

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