La docencia y el encuentro con el otro son necesarios para las relaciones educativas en favor de los derechos humanos. Pero también en favor de la libre realización ontológica de quienes en ella participan. Éste es el compromiso que deben asumir los profesores dentro de su tarea educadora.
El encuentro con el otro
El llamado proviene de la palabra, los conceptos y las obras que muestran los estudiantes dentro y fuera del aula. La vuelta a la pregunta por el ser es para que los profesores reflexionen sobre las experiencias que los han formado. Para reinterpretar sus fundamentos sobre formas de enseñanza heredadas, buscando la transformación de la acción educadora.
Callar, para escuchar
En las universidades, se ha olvidado la pregunta por el ser y su sentido, se ha revocado su intención realizadora. Por eso, los profesores deben tomar con seriedad la posibilidad de rescatarla del exilio. Y para ello, es necesario saber escuchar en sustitución del saber silenciar.
El acto de el encuentro con el otro
Según Skliar y Frigeiro, recibir al otro “es un acto desmesurado en el cual se recibe más allá de la capacidad del yo”.1 El otro es percibido como ajeno, extranjero, pero en situación de ser conocido, aproximado al yo desde las preguntas que el otro se plantee.
El encuentro con el otro no debe permanecer en los parámetros de quien decide acercarse. Más bien, es desde quien decide acercarse para conocerlo, y así ser los dos en comunidad.
La puerta abierta
En el encuentro con el estudiante, que es el otro, Skliar y Frigeiro afirman:
Encuentro voluntario, no impuesto
De ahí que el encuentro con el otro no se dé bajo ningún imperativo. Más bien, debe ser motivado por la voluntad. Pero de aquella voluntad que no condiciona desde los referentes propios con antelación.
Si acaso, la condición previa es no limitar el acercamiento del otro. En cambio, hay que escuchar lo que desea decir. Y nosotros debemos ubicarnos en sus propios marcos culturales, de existencia y permanencia en el mundo. Bajo este orden de ideas, cabe preguntarnos: ¿Cómo vivimos el encuentro con el otro dentro de las universidades?
Permiso para el encuentro con el otro
El otro no puede ser tematizado. “Pero a la vez es el otro quien manda […] quien comienza […] quien afirma […] quien dice que sí.”4 El otro es quien da permiso para el acercamiento, para el encuentro. No se trata de imponer la presencia, las palabras, las ideologías, las cosmovisiones. Porque, así como yo dirijo mi autorrealización, el otro debe ejercer las mismas libertades.
Mostrar, no hacer
Al acercarse, el docente deposita en el educando lo que sabe y es, con la única consigna de que se forme. En este sentido, la verdadera enseñanza es un mostrar, no un hacer en nombre del otro. Muestro cómo se hacen las cosas para que el educando aprenda a hacerlas bajo sus propias posibilidades y recursos.
Y muestro los caminos de la trascendencia usando la existencia como recurso didáctico. Para que el otro, el educando, desde su lugar en el mundo, eche a andar su maquinaria espiritual y emprenda el viaje interior.
La única exigencia en medio de esta relación es que, tanto uno como el otro, se formen. El hombre comprometido con su formación encuentra:
Construcción del ser
La formación es un ir y venir del Hombre frente a sí mismo. Es un autoabandono, como proceso permanente en la búsqueda del ser y su sentido. La formación implica construirse una noción del porvenir como futuro deseable,7 a partir de la tensión entre pasado y presente.8 De un pasado que no puede atraparse, mas otorga la posibilidad de la deliberación dentro del hoy. Con el objetivo del movimiento siempre constante hacia lo que el Hombre no es, pero debe ser.
“La gran enseñanza es insomnio”9
La enseñanza roba el sueño, siembra ideas que diluyen la solidez del suelo que se pisa. Atora en el corazón inquietudes que duelen a la razón.
Asimismo, la enseñanza verdadera rescata el olvido del ser. Es decir, aquel docente que rescató del exilio la pregunta por el ser en el educando, previamente tuvo que haberse recuperado ontológicamente a sí mismo.
Hechos, no palabras
El docente que enseña derechos humanos debe hacerlo de manera ejemplar. Sólo así su enseñanza no queda en la mera predicación o retórica.10 Debe tomarse en cuenta la autonomía y dignidad del estudiante11 si nos proponemos establecer una relación educativa. Además, sin embargo, hay que permitirle tomar su propio camino en la formación de su espíritu.
Para saber más
Licenciatura en Pedagogía e Innovación Educativa, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/licenciaturas/pedagogia-e-innovacion-educativa/
Maestría en Innovación Educativa, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/posgrados/maestria-innovacion-educativa/
Doctorado en Educación, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/posgrados/doctorado-en-educacion/
Notas
1 Carlos Skliar y Graciela Frigerio (comps.), Huellas de Derrida. Ensayos pedagógicos no solicitados, Buenos Aires, Del estante editorial, 2006, p. 7.
2 Ibidem, p. 28.
3 Ibidem, p. 22.
4 Ibidem, p. 13.
5 Algo más duradero que el propio sujeto es su trascendencia.
6 Derrida y Roudinesco, cit. por C. Skliar y G. Frigeiro, op. cit., p. 22.
7 Ángel Rafael Espinoza y Montes, “Ética y formación docente”, Conferencia pronunciada el 17 de noviembre, en la Universidad Insurgentes, México, 2009.
8 Idem.
9 George Steiner, Lecciones de los maestros, México, Siruela-Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 37.
10 Juan Amós Comenio, Didáctica magna, México, Porrúa, 2008.
11 Paulo Freire, Pedagogía de la esperanza, México, Siglo XXI, 2007.