Museos: de la experiencia presencial a la virtual

Autor UIC

Escrito por: Ana Gabriela Vázquez Carpizo

Docente de la Licenciatura en Comunicación Digital

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Una de las actividades que más se pueden disfrutar y de las que más se puede aprender es visitar museos.

Sin importar su tamaño, variedad, calidad y cantidad de objetos y temas que abarquen, los museos siempre nos permitirán transportarnos a otros sitios y épocas; incluso, acercarnos a otras perspectivas del mundo, desde las cuales se ha interpretado y experimentado la realidad.

En general, más allá de constituir el espacio físico destinado a guardar, conservar y exhibir colecciones de objetos de diversos tipos, el valor real de los museos radica en concebirlo como una institución sin fines de lucro y abierta al público.

Al respecto, su finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de objetos, tanto para mostrar las actividades, ideas y expresiones de diferentes grupos humanos, como para posibilitar el estudio, investigación y aprendizaje de éstos.

El carácter sagrado de las colecciones en los museos

Aunque hoy en día la visita a museos se ha convertido en una actividad recreativa de carácter rutinario para el recorrido turístico de cualquier lugar, la inquietud por reunir y coleccionar objetos de valor histórico y cultual no es reciente.

Se tiene conocimiento de que, ya desde el año 530 a. C., en la ciudad sumeria de Ur, la princesa Bel —Shalti— Nannar (Ennigaldi-Nanna) y Nabonido, su padre (último rey del imperio babilónico), reunieron en una habitación anexa al palacio una serie de artefactos antiguos pertenecientes a diferentes épocas, dispuestos para mostrarlos y estudiarlos, cada uno acompañado de pequeños tambores cilíndricos de arcilla con inscripciones en cuatro lenguas distintas con las explicaciones detalladas de cada pieza.

Se sabe también que este rey dirigió las primeras excavaciones en busca de antiguos templos y objetos de alto valor histórico. El “museo” en cuestión formaba parte de la escuela sacerdotal dirigida por la princesa Ennigaldi, quien, además de reunir, cuidar y conservar piezas arqueológicas (hoy conservadas en el Museo Británico, el Museo de la Universidad de Pensilvania y el Museo de Bagdad), las utilizaba con fines didácticos para enseñar historia y el dialecto emesal, empleado en textos literarios antiguos exclusivos para mujeres.

De esta manera, por imitación o bien por iniciativa propia, es posible encontrar en otras civilizaciones lugares destinados para los mismos fines, pero sería la cultura helénica la que dedicaría un templo a las musas, el mouseion (de ahí la denominación museo), destinado a preservar tesoros de exvotos y ofrendas para los dioses.

Tiempo después, en Roma, se retomaría esta práctica ya como museum, cuando tras la conquista de la Hélade, dichas riquezas procedentes del expolio de los antiguos templos helénicos se colocaron en espacios al aire libre para su exhibición.

Para la época imperial, el gusto por el coleccionismo por parte de la elite romana incrementó; entonces, gracias a la propuesta del emperador Marco Agripa, se construyeron edificios especiales destinados al cuidado, conservación y exhibición de estatuillas, joyas, pinturas y bronces antiguos.

Durante el Medievo, la tradición del coleccionismo de piezas valiosas (artísticas, principalmente, y reliquias religiosas) y de destinar lugares especiales para albergarlas se convirtió en tarea de la Iglesia. En la época bajomedieval (ss. XIII-XV), con el resurgimiento de la vida en las ciudades y la creciente actividad comercial, incrementó el gusto por acumular y resguardar objetos que “embellecieran” la vida y que, hoy en día, forman parte importante del acervo cultural europeo.

En Europa, la pasión por el coleccionismo y exhibición de objetos antiguos se mantuvo hasta la época moderna, debido al interés de los grandes humanistas del Renacimiento hacia los descubrimientos del antiguo arte grecorromano. Algunos de los más ilustres coleccionistas de la época fueron la familia de los Médici, los Uffizi, así como varios papas, quienes construyeron auténticos palacios dedicados a su conservación.

Con el tiempo (XVI-XVIII), las colecciones privadas fueron formando parte del acervo de los museos más importantes del mundo, como el Museo del Prado, en España; el Ashmolean Museum of Art and Archeology y el Museo Británico, en Inglaterra; el Louvre, en Francia; el Belvedere, en Berlín; el Rijksmuseum, en Ámsterdam, y el Ermitage, en Rusia.

En Norteamérica, museos como el Metropolitano, el Guggenheim y el de Arte Moderno en Nueva York, son famosos por albergar colecciones de historia y arte mundial de calidad invaluable.

En el resto del continente, la riqueza museística se ve enriquecida por el legado cultural de las antiguas civilizaciones precolombinas, que proporcionan material para que los países de Centro y Sudamérica incrementen sus colecciones.

Tal es el caso del Museo Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México; El Instituto Ricardo Brennand, en Brasil; el Museo de La Plata, en Argentina; el Museo Nacional de Bellas Artes, en Chile; el Museo Tumbas Reales, en Perú, y el Museo del Oro, en Colombia.

Las membresías y la apropiación social de museos

Después de la Primera Guerra Mundial surgió una nueva concepción de los espacios museísticos al reubicarlos como recintos e instituciones dedicadas a proporcionar un servicio a la sociedad, tanto para instruirla, como para brindarle un espacio de expresión y manifestación de sus inquietudes e ideales.

Tal objetivo, sin embargo, exigía la recaudación de recursos suficientes que permitieran no sólo incrementar y conservar los espacios y las piezas ahí resguardadas para su exhibición, sino también para la organización de proyectos de carácter cultural y educativo.

De ahí que, hoy en día, varios museos cuenten con fundaciones y programas (Amigos de los museos) cuyo objetivo es recaudar fondos en los que se sumen los intereses y las aportaciones voluntarias de orden público y privado.

A partir de ello, los visitantes se convierten en miembros activos que reciben a cambio el acceso preferencial a eventos y actividades relacionadas con el museo (inauguraciones, cursos, charlas, talleres, visitas guiadas, entre otros) como incentivo para formar parte del esfuerzo colectivo de conservación patrimonial a costos accesibles para todos los grupos sociales.

De lo contemplativo a lo interactivo en los museos

Ahora bien, aunque en su origen varios de museos albergaron colecciones de alto valor histórico y artístico, los espacios de exhibición también se han utilizado para mostrar objetos testimoniales de temas y hechos que invitan a la reflexión del visitante.

Desde dicha perspectiva, el fin de gran parte de estas instituciones rebasa la interacción meramente contemplativa del observador para convertirla en una experiencia global integrada por todo tipo de actividades que, con el apoyo tecnológico, han hecho que la relación con cada conjunto de piezas exhibidas (aún detrás de las vitrinas) se convierta en una dinámica de retroalimentación sumamente amplia y variada.

Como refuerzo a lo anterior, además de las fichas referenciales para cada uno de los objetos exhibidos, los museos ofrecen material didáctico (impreso y/o digital) que, de acuerdo con los intereses del usuario, completa y complementa la información; de ahí que se cuente con guías y catálogos de consulta general y especializada.

En ese sentido, la tecnología también ha sido de gran ayuda para agilizar el acceso y la consulta de la información proporcionada, pero también para hacer de la visita presencial a un museo, una experiencia cada vez más completa e intensa mediante diversas técnicas y recursos audiovisuales, como el mapping, transportando al espectador a verdaderos espectáculos multidimensionales.

Los museos y sus paseos virtuales

Las grandes distancias, el difícil acceso a algunos sitios, así como la imposibilidad de asistir a lugares públicos en tiempos de emergencia sanitaria como la que se ha vivido en los últimos años, han hecho que la tecnología se convierta en el vehículo posibilitador para mantener en movimiento la actividad en museos y galerías.

Cada vez es más frecuente que estos espacios ofrezcan las ya conocidas visitas virtuales, que van desde la elaboración de breves videos en los que se muestra lo más representativo del material en exhibición (exposiciones permanentes e itinerantes), hasta verdaderas emulaciones de experiencia presencial del observador, donde éste decide hacia dónde dirigir su recorrido dentro de un rango de visión global 360°.

Vale la pena afirmar que, si bien dichas experiencias permiten experimentar un acercamiento vívido y muy cercano a la realidad, siempre serán limitadas, pues dependen del equipo tecnológico con el que se cuente (software, tamaño de pantalla) para apreciarlo, así como el contexto espacio-temporal en el que se esté en ese momento.

El contacto presencial con los lugares, personas y objetos con los que se ha construido nuestra esencia como humanidad, jamás será sustituido por una virtualidad que “juega” con nuestra mente a reconstruir una realidad físicamente inexistente.

Para saber más

Arantxa Muñoz, Pedagogía ¿en museos?, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/pedagogia-tambien-en-museos/

Misioneros de Guadalupe, Museo MG: el kamidana, Universidad Intercontinental. Disponible https://www.uic.mx/museo-mg-el-kamidana/

Sandra Cerezo, Los museos: una fuente de expresión, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/los-museos-una-fuente-de-expresion/

Doctorado en Educación,
Universidad Intercontinental.

Maestría en
Innovación Educativa, Universidad Intercontinental.

Maestría
en Intervención Educativa, Universidad Intercontinental.

Diplomado
en Inclusión educativa: estrategias para facilitadores
, Universidad
Intercontinental.

Diplomado
en Evaluación Psicopedagógica en las Dificultades en el Aprendizaje (EPDA)
,
Universidad Intercontinental.

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