Principios Rectores
En el actual contexto de cultura global que, en el ámbito nacional, se traduce en una serie de tendencias sociales caracterizadas por una permanente demanda de educación superior; por un crecimiento económico insuficiente; por una incipiente democracia formal; por un mercado laboral volcado hacia la economía de servicios y la consecuente orientación de los modelos educativos hacia la promoción de habilidades y competencias, la Universidad Intercontinental ratifica el compromiso con su filosofía institucional que se resume en su ideario y misión ofreciendo de esta manera un modelo educativo que confía en la pertinencia del humanismo cristiano de cara al contexto de manera sucinta bosquejado:
En congruencia con el carácter integral de la educación como proceso de perfeccionamiento del ser humano en todas sus dimensiones, la Universidad Intercontinental opta por la articulación pertinente de estrategias de aprendizaje que parten de y atienden al contexto sociocultural suscitando una participación crítica y activa del estudiante a través de la investigación como habilidad y actitud fundamental en un momento como el nuestro en el que la persona en comunidad está llamada a articular el conocimiento y la técnica con la fe y la cultura.
En este mismo sentido, el principio institucional de la Orientación Social compromete a la Universidad a enmarcar todos sus procesos educativos en el conjunto de las necesidades y demandas nacionales emergentes, y a cultivar en su comunidad la formación de una conciencia responsablemente solidaria para que tanto su actuación personal como profesional sea con un alto sentido ético de respeto a la diferencia, al equilibrio ambiental, a la identidad cultural de las comunidades, a la dignidad de la persona humana y al bien común.
Este principio rector da un carácter de especificidad a la educación que se imparte en la Universidad Intercontinental, pues garantiza la centralidad del ser humano y su sentido de trascendencia en el mundo y evita que quien se prepara para la vida profesional se reduzca a ser un receptor de conocimientos en vistas a la competitividad en el mundo laboral, revalorando así a la persona como un ser que se forma al tiempo en que transforma el mundo desde su entorno inmediato.
Puesto que la Inspiración Cristiana es el alma e inspiración de la Universidad, ha de situarse a la base y en el espíritu del modelo educativo, garantizando la promoción y defensa de valores fundamentales como el diálogo, el respeto, el compromiso con la sociedad, la apertura, y un auténtico sentido de trascendencia del ser humano que lo coloca en el centro mismo de la educación y lo abre al Evangelio de Jesús como proyecto de vida. En consecuencia, este principio garantiza la formación de personas comprometidas con su propio crecimiento y con la transformación social para construir una comunidad justa y equitativa, propiciando de esta manera que el Alto Nivel Académico y la Orientación Social adquieran su sentido más pleno en la formación de los universitarios.