La estatuilla de los premios Óscar, que entrega anualmente la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos, es un claro ejemplo de cómo el diseño simboliza no sólo un evento, sino una experiencia.
Esta obra estuvo a cargo de Cedric Gibbons, director de arte de la empresa cinematográfica Metro-Goldwyn-Mayer, y el escultor George Stanley. Aunque el sitio oficial del premio Óscar no lo reconoce, es del dominio público que el personaje que sirvió de modelo para esta pieza fue el director y actor mexicano Emilio “El Indio” Fernández, animado por la actriz Dolores Del Río, quien, de 1930 a 1941, fue pareja de Gibbons.
El diseño de esta pieza ha permanecido casi idéntico desde su creación en 1928. Se trata de un hombre desnudo, de brazos cruzados que sujeta una espada y se encuentra de pie sobre un carrete o rollo de película que tiene cinco radios los cuales representan las cinco áreas originales de la Academia: escritores, directores, productores, actores y técnicos.
El premio Óscar mide 34 centímetros de altura y tiene un peso aproximado de 3.8 kilogramos; su estilo es Art Decó. Está elaborada con bronce sólido y chapa de oro de 24 kilates. En la actualidad, la empresa que se encarga de la fabricación de estas piezas es Polich Tallix, ubicada en Nueva York, y el tiempo de manufactura de 50 estatuillas es de tres meses.
El nombre oficial del Óscar es “Premio de la Academia al Mérito” y, aunque esta organización entrega otros premios, sin duda éste es el principal. No existe una versión oficial sobre la historia que llevó a que esta estatuilla se conociera internacionalmente como el premio “Óscar”; no obstante, desde 1939, la Academia también lo utiliza para referirse a este diseño que simboliza, para muchos, lo más destacado del arte y las ciencias cinematográficas del mundo.
Es interesante ver cómo una creación gráfica, en este caso tridimensional, puede establecer, a lo largo del tiempo, criterios de significación más allá de lo que los ojos ven. Se trata de asociaciones mentales que se van construyendo tanto en lo individual como en lo colectivo y que dejan de manifiesto que, detrás de todo diseño, existe una intención que sólo trasciende en el momento en que el espectador, de acuerdo con su propia experiencia, se apropia del mensaje.
Autor: Ma. Teresa Limón García, docente de la Licenciatura en Diseño Gráfico