El 8 de marzo de 2025, México perdió a una de sus voces más firmes en la lucha contra la delincuencia: Isabel Miranda de Wallace. Su nombre quedará grabado en la historia como el de una mujer valiente y perseverante, que convirtió el dolor en una causa y dedicó su vida a buscar justicia para las víctimas de secuestro y sus familias.
Del dolor a la acción
La vida de Isabel Miranda cambió para siempre en 2005, cuando su hijo, Hugo Alberto Wallace fue víctima de secuestro.
Enfrentándose a un sistema de justicia que no ofrecía respuestas, decidió tomar un papel activo en la búsqueda de la verdad y en la lucha contra este delito que afecta a miles de familias mexicanas.
A partir de esta tragedia, fundó la organización Alto al Secuestro, espacio que se convirtió en refugio y apoyo para quienes han vivido el horror del secuestro. Gracias a su esfuerzo, muchas víctimas y sus familias encontraron asesoría legal, acompañamiento psicológico y, sobre todo, esperanza.
Una lucha que trascendió
El impacto de su trabajo no solo se reflejó en su activismo, sino en cambios reales dentro del sistema de justicia y seguridad en México. Promovió reformas legales, como la Ley General para Prevenir y Sancionar los Delitos en Materia de Secuestro, que permitió fortalecer las penas contra quienes cometen este delito.
Su labor también impulsó la creación de unidades especializadas en el combate al secuestro, con equipos mejor preparados para responder ante estos crímenes. Su voz firme y su determinación lograron que la lucha contra este delito dejara de ser un tema secundario y pasara al centro de la agenda de seguridad nacional.
En 2010, su esfuerzo fue reconocido con el Premio Nacional de Derechos Humanos, un homenaje a su incansable trabajo en favor de las víctimas.
Un legado de valentía y compromiso
Más allá de los reconocimientos, el verdadero impacto de Isabel Miranda de Wallace se refleja en la cantidad de personas que encontraron en ella una aliada en su lucha por justicia. Confrontó a la delincuencia con determinación y exigió respuestas cuando muchos preferían callar.
Su ausencia deja un vacío, pero también una huella imborrable en la historia de México. Su legado es un recordatorio de que la voz de un ciudadano puede generar cambios, de que la lucha por la justicia nunca debe detenerse y de que las víctimas no deben ser olvidadas.
Isabel Miranda de Wallace se ha ido, pero su ejemplo sigue vivo en cada familia que ha encontrado consuelo y apoyo gracias a su esfuerzo. México pierde a una luchadora incansable, pero su causa seguirá vigente mientras existan quienes busquen un país más seguro y justo para todos.
Descanse en paz Isabel Miranda de Wallace.