El lunes 10 de febrero de 2025, en el Jardín de la Paz, se celebró una misa presidida por el padre José Guadalupe Martínez Rea, MG, miembro del Consejo General de Misioneros de Guadalupe y concelebrada, entre otros, por el padre Miguel Ángel Ramírez Flores, MG, director general de Formación Integral, en honor a San José Sánchez del Río a un año de la entronización de una de sus reliquias en nuestra institución.
La ceremonia tuvo como asistentes a diversos integrantes de la comunidad UIC; entre ellos, los miembros del Consejo de Rectoría, presidido por el maestro Hugo Antonio Avendaño Contreras.
Durante la homilía, el padre Martínez Rea narró a los presentes parte de la vida de San José Sánchez del Río y los motivó a reflexionar qué tan viva es su fe, además de invitarlos a que, al igual que Joselito, lleven un mensaje de esperanza, “¡que Cristo sea nuestro rey!”, dijo.
Al final de la misa, se invitó a compartir los alimentos con unos tacos de canasta elaborados por los estudiantes de la Licenciatura en Administración de Negocios Turísticos.
San José Sánchez del Río nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán. Al decretarse la suspensión del culto público, José tenía 13 años y 5 meses. Su hermano Miguel decidió tomar las armas para defender la causa de Cristo y de su Iglesia. José, viendo el valor de su hermano, pidió permiso a sus padres para alistarse como soldado; su madre trató de disuadirlo; sin embargo, él le dijo: “Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión”. Su madre le dio permiso, pero le pidió que escribiera al jefe de los Cristeros de Michoacán para ver si lo admitía y, al no ser aceptado, no se desanimó y luchó hasta conseguirlo.
El viernes 10 de febrero lo sacaron de la parroquia al mesón general del ejército federal. Le desollaron las plantas de los pies, y lo obligaron a caminar descalzo. Durante todo el trayecto, José, iba dando gritos y vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. Al señalarle su tumba y poniéndose al pie de ella fue sometido a ahorcamiento y acuchillamiento por sus verdugos. Uno de ellos, Rafael Gil Martínez apodado “El Zamorano”, lo bajó del árbol donde había sido colgado y le preguntó: “¿Qué quieres que le digamos a tus padres?” José respondió con voz de mucha fatiga: “Que viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos”. El verdugo sacó su pistola y lo mató de un tiro en la sien.