- En la UIC/UPAEP, existen misioneros con mucho valor
¿Cómo empezar? La misión para mí ha sido, es y será una experiencia inolvidable y única. Es una sensación de felicidad, plenitud y acercamiento que me hace reflexionar sobre muchos aspectos de la vida.
Mi primera vez como misionero fue de una forma un tanto inesperada: el equipo que se iba de misiones estaba en retiro de preparación exactamente en fechas previas a Semana Santa. Recuerdo llegar y ver a jóvenes mayores que yo (en ese entonces tenía 14 años y cursaba tercero de secundaria) y el hecho de ver a todos conviviendo y en una misma idea y con un mismo objetivo fue lo que atrapó completamente mi atención.
El hecho de que tuviéramos todo este proceso para prepararnos a vivir una semana donde toda tu rutina, actividades, comportamientos y experiencias cambian en las comunidades de menores recursos, incita a seguirse emocionando por lo que estás por vivir.
Al llegar a mi primera misión, ver la realidad fuera de la mía cambio mi perspectiva de vida. Me enseñó a percatarme de detalles mínimos que no tengo en cuenta normalmente. El simple hecho de ver cómo los niños de menos recursos siempre están con una sonrisa, me hizo sentir que perdemos mucho tiempo enfocándonos en cosas que no valen tanto la pena y me hizo disfrutar los detalles más pequeños.
El tiempo pasa rápido. Cuando menos me lo esperé, cumplí nueve años como misionero, teniendo la oportunidad y satisfacción de poder ir, convivir con gente que comparte los alimentos y que te hace parte de su día a día; te abren las puertas de su casa y te tratan como uno más de su familia; compartes experiencias con personas con las que poco a poco te vas encariñando, sólo por llegar a su vida y compartir la palabra del Señor.
Es muy entendible que nos cueste trabajo dejar fuera las vacaciones, fiestas y eventos; pero cuando vives una experiencia misionera, te das cuenta de que estás dejando la comodidad por ir a ayudar, a cambiar la vida de las personas; a volverte una mejor persona, entregar una parte de ti a Dios y a los demás. En definitiva, es algo de lo que no te arrepientes jamás.
En especial, esta Semana Santa fue un Campo Misión diferente, ya que nos sirvió como preparación para la Misión Internacional de Kenia en conjunto con la UPAEP; por lo que estamos formando un equipo de líderes dispuestos a servir, compartir con los demás y dejar en claro que en la UIC/UPAEP existen misioneros con mucho valor. Es muy padre ver que todos tenemos un objetivo en común, que, a pesar de ser personas diferentes, de estados y formas de vida distintos llegamos a tener una conexión inigualable, pues compartir experiencias comunes, experiencias misioneras, hace que logremos sentir empatía con quienes se volverán nuestra familia, nuestro equipo y nuestro soporte en los próximos meses.
Recuerda que no debes esperar a los días fuertes para acordarte de Dios, la misión puedes hacerla día con día, creyendo y dando lo mejor de ti, y eso, en definitiva, es lo que no olvidaré y repetiré hasta que me sea posible.