La historia que todos construimos cotidianamente como individuos y a la vez como miembros de una colectividad, se escribe como un conjunto de circunstancias interconectadas a las que debemos adaptarnos con la oportunidad de participar en ellas para transformarlas.
La historia se forma así, naciendo de lo común, de las anécdotas que al paso del tiempo se convierten en acontecimientos relevantes que dejan huella y que no sólo deben ser recordados como episodios de una narración histórica, sino como grandes capítulos o ciclos significativos de los que se puede seguir aprendiendo.
De este modo, los individuos hacemos historia a partir de las decisiones que tomamos y las acciones que llevamos a cabo muchas veces sin estar del todo conscientes de sus consecuencias. Los personajes históricos son tales porque se atrevieron, para bien o para mal, a ser diferentes y romper con lo establecido, convirtiéndose en “piezas clave” para la transformación definitiva de realidades dentro del desarrollo evolutivo de la humanidad.
Encuentros y desencuentros: entre el deseo de poder, la corrupción y la diplomacia
Tanto los hechos históricos como los personajes que los protagonizan no se presentan ni tampoco actúan de manera aislada, sino como parte de redes que se entrelazan produciendo situaciones que se condicionan entre sí. Es así como, movidos por intereses personales o motivos compartidos, estos “actores de la historia” llegan a coincidir para construir conjuntamente los grandes momentos que la caracterizan.
Ese sería precisamente el caso del encuentro ocurrido durante los últimos tres meses del invierno entre 1502 y 1503 en la cúspide de la Europa renacentista, concretamente en Imola (Emilia), región al norte de Florencia, una de las ciudades-Estado, comercial, cultural y políticamente más prominentes de lo que posteriormente formaría parte de la Italia unificada (s. XIX).
Se trató de un encuentro extraordinario en el que participaron tres personajes fascinantes, tanto por su inmoralidad, como por su capacidad creativa: el corrupto y despiadado César Borgia, el maestro de la diplomacia Nicolás Maquiavelo y el genio de la ingeniería militar Leonardo Da Vinci.
Contexto general, historias personales y motivos de coincidencias
El contexto y motivo central de la coincidencia fue Florencia, una de las varias ciudades-Estado que conformaban el mosaico sociopolítico de lo que hoy es Italia. Ya desde el siglo XIII, a pesar de distinguirse por su desarrollo cultural y comercial, Florencia vivía una época complicada marcada por conspiraciones y guerra que fluctuaba entre los caprichos de las familias ricas que acaparaban el poder y los conflictos del pueblo que se rebelaba ante sus abusos.
Gran parte de la nobleza, extrañamente excluida del poder, abandonó la ciudad y, a manera del viejo medievo, se refugió en sus castillos, aunque algunos de sus miembros se dedicaran a hacer guerra al servicio de dichas familias y recibiendo por ello un sueldo fijo. Así, una minoría constituida por familias adineradas dedicadas de origen, principalmente al comercio y a la actividad bancaria, se hicieron cargo del porvenir del Estado florentino. Los principales representantes de dichas familias, de tiempo en tiempo, se comportaban como defensores de las causas populares “derrocando” a los gobernantes que les antecedían, para después convertirse ellos mismos en los “nuevos tiranos” que imponían impuestos para arruinar las fortunas e intereses de sus rivales.
Si bien estas “grandes empresas familiares” ejercían el poder con inmoralidades, corrupción y abuso, también tenían la perspicacia de reconocer que el mecenazgo a favor de la intelectualidad y la cultura acrecentaba y contribuía a sus propios intereses económicos, como a los de cada ciudad- Estado en general. Tanto los Médici como los Borgia fueron dos de las familias más reconocidas de la época y no precisamente por sus virtudes, sino por convertir al abuso, la inmoralidad, el cinismo y la corrupción en “verdaderas artes” para gobernar, compitiendo en sus atrocidades para arrebatarse el poder.
Aunque el poderío de los Médici (s. XV) colmó a Florencia de toda la belleza que aún conserva, también tuvo momentos inestables y de enorme peligro ante la amenaza de tres potencias que veían en la península itálica su ambición de poder: Francia, la monarquía hispana y la Iglesia. Hasta entonces, Florencia había mantenido relaciones afortunadas con Francia, específicamente con su nuevo rey Luis XII, instalando sucursales bancarias en su territorio que obviamente producían bienes para el propio monarca. De este modo, cuando éste manifestó sus intenciones invasivas hacia el ducado de Milán, Florencia le ofreció su apoyo incondicional. Sin embargo, la invasión nunca se consolidó, a lo que Francia alegó el no haber recibido el aprovisionamiento económico suficiente por parte de la banca florentina, convirtiéndose, entonces, en el centro de interés y amenaza de invasión por parte de los franceses y, por su puesto, de César Borgia.
Historias personales y motivos de coincidencia
Sin duda, César Borgia (1475-1507) es un personaje que ha sobresalido en la historia, pero en sus peores capítulos. Como hijo ilegítimo del cardenal Rodrigo Borgia (posteriormente, Papa Alejandro VI) fue criado sobre el suelo sucio y enfermo de la ambición, la inmoralidad y sed de poder de su padre. Conforme fue creciendo, se hizo acreedor de títulos y cargos públicos de manera arbitraria y cometiendo toda clase de actos brutales para obtenerlos. Fue así como a finales del s. XV forjó alianza con el gobierno francés para la invasión de Milán, aunque, como era de esperarse, su apoyo no era del todo solidario pues él ya había urdido otros planes para la creación de su propio principado en la Romaña (del este de Florencia hasta la costa del mar Adriático).
Para 1501, dicho proyecto estaba casi consolidado con la conquista de Imola, Forli, Pesoro, Faenza, Rímini y Cesena. Sería en ese momento en el que Florencia se encontraba en un punto débil, con enormes pérdidas económicas y carente de tropas para su defensa, cuando la ambición de César se centraría en ella para sumarla como una más de sus invasiones. La Signoría florentina (gobierno de la Ciudad) negoció con él la paga de 36 000 florines anuales evitando con ello la conquista y, a la vez, aceptando su protección. Desafortunadamente, el trato sólo duró un año, pues los planes del ambicioso Borgia seguían en pie y resultaba urgente establecer un nuevo acuerdo para el que Nicolás Maquiavelo sería requerido.
Niccolo di Bernardo dei Machiavelli (1469-1527), conocido comúnmente como Nicolás Maquiavelo, había nacido en la Florencia de los Médici y descendía de una familia patricia de Florencia. Se le recuerda por haber desempeñado altos cargos en el gobierno de la ciudad, pero, sobre todo, por la autoría de El Príncipe, una de las obras más importantes y aún vigentes sobre la ciencia política moderna. En 1498, con sólo 29 años, con la expulsión de los Médici del poder, Maquiavelo fue nombrado canciller y secretario de la segunda cancillería de Florencia, cargo de gran responsabilidad que consistía en conducir las relaciones exteriores de la ciudad, además de velar por su seguridad.
Mientras, el ejército de César Borgia se dedicaba a saquear otras ciudades cercanas, propuso establecer nuevos acuerdos con la República florentina. Por su parte, Nicolás Maquiavelo actuaría con toda precisión al negociar, primeramente, con Luis XII para hacerle desistir de su descontento hacia Florencia y a dirigir su atención hacia la insistente amenaza de César Borgia.
En 1502, atendiendo al peligro por venir, el gobierno de Florencia encomendó a Maquiavelo la tarea de concertar un nuevo acuerdo con César Borgia. Maquiavelo no estaría solo, iría acompañado del cardenal Francesco Solderini; ambos fueron presentados a Borgia por primera vez en la ciudad de Urbino (al este de Florencia), otra más de sus conquistas y en donde Borgia tendría la brillante idea de sumar al equipo de negociación al artista e ingeniero más famoso del momento: Leonardo Da Vinci.
Lionardo Da Vinci (1452-1519), hijo ilegítimo de Piero da Vinci y de Caterina Lippi, una joven campesina huérfana, fue capaz de superar dichas circunstancias para convertirse en uno de los genios más enigmáticos y legendarios de la historia de la humanidad. Recordado como un personaje ejemplar al saber aprovechar sus ventajas y trascender sus limitaciones, Leonardo Da Vinci era ya admirado por sus contemporáneos, quienes supieron reconocer su enorme talento para las artes, pero que también valoraron su gran capacidad para el desarrollo de proyectos de ingeniería militar, mecánica, hidráulica y física, sin dejar de lado su interés personal por asuntos de biología y anatomía. Tal versatilidad cobraría sus frutos al ser requerido bajo el servicio de más de un personaje importante de la época para aprovechar su genialidad a favor de sus intereses.
Pese a que todavía se desconocen los detalles exactos de lo convenido entre Borgia, Maquiavelo y Solderini, sí se sabe que los resultados fueron positivos dado que el ataque de César Borgia a Florencia quedó suspendido y Da Vinci fue contratado bajo su mecenazgo como “Arquitecto Ingeniero General Superintendente Plenipotenciario del Sistema de defensa”.
Más allá del apoyo evidente de Leonardo en el campo de la ingeniería, las verdaderas intenciones de su llamado siguen siendo inciertas; esto es, pudieron obedecer a una mera participación profesional como inventor e ingeniero o a causas de estrategia política: convertirlo en una especie de “diplomático-informante” (espía) que mantendría al gobierno florentino “al tanto” de los peligrosos planes del posible invasor Borgia.
Lo que sí se sabe con certeza, es que entre 1502 y 1503 César Borgia y Leonardo Da Vinci fueron inseparables y que Nicolás Maquiavelo se uniría a ellos casi de manera inmediata. Resulta inquietante conocer los detalles de sus pláticas, de su interacción e incluso de sus actitudes y posturas frente el asunto por resolver. Quizá la reflexión sobre lo ocurrido en el futuro de estos personajes aclare dichos cuestionamientos.
Consecuencias y experiencias. El legado histórico
Aunque a partir del dicho encuentro, la calidad del trabajo de Da Vinci revolucionaría completamente el desarrollo futuro de la cartografía, por su estilo innovador en el que se combinaba lo más notable de la ciencia y el arte, personalmente el genio quedaría profundamente impresionado al presenciar las batallas libradas por César Borgia, pero, sobre todo, por su crueldad y evidente falta de sanidad mental para conseguir “la victoria” frente a sus adversarios.
En el caso de César Borgia, después de la “gloria” no necesariamente vino el éxito total. El uso permanente de máscaras para darse un halo de misterio más bien escondía las huellas de las enfermedades venéreas que padecía. En lo que respecta a los asuntos familiares, finalmente su padre, Rodrigo Borgia, sufriría las consecuencias de sus actos al morir envenenado. El propio César Borgia sería apresado en Castilnovo y encarcelado en España donde después moriría a los 31 años a causa de heridas mal atendidas sufridas en combate.
En lo que respecta a Nicolás Maquiavelo, en un principio también pareció sufrir un mal destino ya que con la llegada del papa Julio II, sustituto de Rodrigo Borgia, se restablecería a los Médici en el gobierno florentino perdiendo la influencia diplomática antes lograda y obligándole a retirarse y buscar refugio en el campo, donde trabajaría en la obra que lo haría famoso para siempre: El Príncipe, un excelente texto inspirado en el contacto directo que mantuvo en el ahora célebre encuentro con César Borgia y que sigue siendo un referente para cualquiera que aspire a encabezar el gobierno de una nación.
Finalmente, en el caso de Leonardo Da Vinci, el gran humanista antibélico, el trauma de haber experimentado, de manera directa, la ferocidad de las acciones de un hombre mentalmente trastornado como César Borgia, lo hizo retirarse de los proyectos de carácter militar, aunque no del arte ni de la ciencia. Como parte de su viaje para concretar el encuentro en cuestión, Leonardo tomó nota de las rutas recorridas, de sus paisajes y fenómenos naturales, los cuales se reflejarían en sus más notables obras como la propia Gioconda, los planos de una máquina excavadora para el desvío del río Arno, el fresco de La Batalla de Anghiari en la pared del Palazzo della Signoria, así como de muchos otros proyectos que hoy forman parte de la leyenda Da Vinci a cinco siglos de su fallecimiento.
Imagen: https://www.medievalists.net/2018/11/machiavelli-borgia/