Queridos Padrinos y Madrinas de Misioneros de Guadalupe, en esta ocasión su ahijado Jonathan del Seminario Mayor les saluda con gusto; hoy quisiera compartir con ustedes este artículo sobre la importancia de la participación de la mujer en la misión.
Algunas veces pensamos que la misión es un trabajo exclusivo de evangelización que es sólo para los elegidos por Dios, cuando en realidad es una tarea de todos los bautizados, y pese a saberlo, algunos aún desconocemos que dentro de todos los bautizados entramos todos, hombres y mujeres.
Estamos en una cultura que no ayuda mucho al papel importantísimo de la mujer en cualquier área de la vida social, aun cuando ha existido un avance significativo.
Pero no quiero que nos centremos en cuestiones sociales, sino en el papel fundamental que juega la mujer hoy en día en la misión, en la construcción del Reino de Dios.
A lo largo de la historia de la salvación podemos encontrar muchos testimonios sobre la mujer, cómo han sido elegidas por Dios para desarrollar un papel fundamental en lo que, Él como creador, quiere hacer, darnos una oportunidad para alcanzar la santidad.
Pero el modelo más importante es el de una mujer misionera que, sin saberlo, fue la primera; al dar el “sí” a la voluntad del Padre, se convirtió en el modelo de evangelización, especialmente en nuestra nación: la Virgen María.
Nuestra Madre María, bajo la advocación de Guadalupe, ha sido quien sembró con amor y ternura el Reino de Dios en una cultura rica en tradiciones y pluralista en deidades; vino a mostrar la presencia del verdadero Dios, y a lo largo de 500 años, sigue siendo la misionera del amor del Padre, en especial para los que se sienten preocupados por las situaciones de la vida.
En la vocación sacerdotal, Santa María de Guadalupe juega un papel importante, no sólo se convierte en la mensajera de la esperanza, sino en la madre que acompaña a los hijos, en la compañera del viaje misionero, desde que somos elegidos por Dios hasta que nos convertimos en sacerdotes.
En la misión, la presencia de María se convierte en fuerza y alegría, porque provoca en los hijos de Dios la identificación personal, al adoptar de cada lugar los rasgos propios de la cultura para decir: todos somos hermanos y eso nos fortalece en la construcción del Reino de Dios en donde aún no se conoce el Evangelio.
La misión de la Virgen María no se reduce sólo a ser la madre de todos, trasciende a todos porque, ¿quién no eleva una oración a ella, cuando por su intercesión cumple aquella petición?, ¿quién no ha recibido la bendición de mamá bajo la Virgen María? Ella está presente siempre.
María, una mujer excepcional, es misionera por naturaleza, desde la elección del Padre para ser la madre del Salvador; María es un modelo que nos debe acompañar siempre, debe ser quien nos inspire a desear el cielo, para que, adoptando sus gestos, podamos llegar a la santidad, que es lo que nuestro Padre del cielo quiere de todos nosotros.
Que la gracia de Santa María de Guadalupe les acompañe, queridos Padrinos y Madrinas, que ella, la estrella de evangelización, permanezca en su hogar y en sus corazones.