Robert Doisneau y la controversia de la fotografía documental

Autor UIC

Escrito por: Jesús Cabrera

Docente de la Licenciatura en Comunicación Digital

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Algunas veces, la fotografía adquiere importancia por sus características formales, como la composición, el color, el blanco y negro y el contraste y la estética; asimismo, se puede considerar el mensaje que pueda resultar de todos los aspectos ya mencionados. Sin embargo, la fotografía también adquiere importancia por la historia que le rodea.

Fotografía documental vs. Manipulación digital

En este breve artículo hablaré de una fotografía de Robert Doisneau, donde los hechos registrados cincuenta años después de la publicación de la fotografía fueron, tal vez, más importantes que la fotografía misma.

Tales hechos trajeron al medio fotográfico, sin que fuera la intención del autor, una reflexión importante acerca de la fotografía de carácter documental, que viene muy al caso en este mundo globalizado donde la intervención digital sobre la fotografía es asunto de todos los días.

¿Es ética la manipulación de las imágenes? Desde mi punto de vista, Robert Doisneau había resuelto el problema en los años noventa del siglo pasado por una desafortunada circunstancia en la que se vio envuelto.

Éstos son los datos de la toma realizada a mediados del siglo pasado: al parecer, Doisneau estaba sentado en un café en París fotografiando a la gente que pasaba cuando una pareja que caminaba por ahí fue en una fotografía a la que el autor tituló El beso del Hotel Le Ville, pues se trataba de una pareja que caminaba mientras se daba un beso.

La fotografía pasó a la historia por tratarse, aparentemente, de una “fotografía directa”; es decir, que ambos jóvenes fueron capturados por Doisneau con gran maestría, haciendo uso del sentido de la oportunidad.

Fue así que la fotografía en cuestión adquiría una gran belleza, por el aura documental con que jugaba Doisneau.  Eso, por lo menos, era lo que se suponía de la fotografía.

Mucho tiempo después, el mismo Doisneau tuvo que demostrar ante un jurado que los jóvenes de la fotografía eran, en realidad, actores a sueldo que había hecho pasar por la calle dejando a un lado el pretendido momento decisivo de la fotografía.

Eso aconteció porque fue demandado por una pareja que, falsamente, afirmaba que Doisneau los había fotografiado sin su permiso; es decir, aseguraban ser la pareja fotografiada. Después de presentar las pruebas ante el juez, Doisneau presentó también a la mujer fotografiada en aquel entonces, salvando así el problema legal y ganando el juicio a los vivales que trataban de ganarle una demanda tramposa, pero “hundiendo” la característica “documental” de la fotografía.

Falsa imagen

Muchas reflexiones sobre la fotografía de Doisneau se suscitaron después. Se había tratado, entonces, de una fotografía que, a pesar de no haber sido truqueada en laboratorio, tenía algo “falso” o, por lo menos, algo en lo que el fotógrafo había intervenido.

Por lo tanto, no era una fotografía que documentara un momento determinado valiéndose del sentido de la oportunidad, sino que se trataba de una puesta en escena. La resolución del jurado abrió una fuerte controversia que dividió las opiniones de expertos y éstas llegaron a tocar temas de ética.

Desde mi punto de vista, la controversia puede continuar hasta nuestros días si seguimos considerando que una fotografía debe decir la “verdad”; si es así, la puesta en escena de Doisneau parece no ser ética a pesar de ser la viva representación de un momento romántico y nada más.

Sin embargo, y como discute el fotógrafo Pedro Meyer, la fotografía no tiene por qué “decir la verdad” y eso, más bien, es un “peso histórico” que se le ha cargado al medio fotográfico por tener la característica de representar la realidad con la mayor cantidad de información “correcta”. Esto se puede comprobar cuando, del mismo objeto fotografiado, se obtienen dos resultados completamente diferentes.

Por lo anterior, una fotografía no puede estar desprovista de la opinión del fotógrafo; pues mediante ella se seleccionan encuadres, se utilizan diafragmas y obturadores y se selecciona cierto tipo de óptica, para obtener los resultados que el autor desea.

Por ello, la fotografía debe ser una representación que obedece a una forma de ver y entender la vida, a una opinión, y no por ello habrá falta de ética. Si desde este punto de vista consideramos el retoque digital como puestas en escena que parten de la opinión del autor, habremos dado un giro a la fotografía documental, cuestión que afirmará John Mraz en un extenso artículo. 

Existe ya un tipo de público que considera dichas cuestiones al ver una foto documental; incluso, si ésta no se retoca con paquetería digital. De la misma manera que una opinión es discutible, se podría discutir cualquier fotografía. Ésa es la conclusión que se puede obtener de la experiencia de Robert Doisneau.

Para saber más

Licenciatura en Comunicación Digital, Universidad Intercontinental.

Licenciatura en Mercadotecnia, Universidad Intercontinental.

Especialidad Publicidad en Medios Interactivos, Universidad Intercontinental.

Ana Gabriela Vázquez Carpizo, “La comunicación retórica”, Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/la-comunicacion-retorica-una-persuasion-responsable/ Rosaisela León, “Repensando la comunicación no verbal con el uso del cubrebocas”. Universidad Intercontinental. Disponible en https://www.uic.mx/repensando-la-comunicacion-no-verbal-con-el-uso-de-cubrebocas/

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