Uxmal, destino turístico de leyenda

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Si hay un destino turístico en México que enamora a quien lo visita es, sin lugar a dudas, Yucatán. Un estado donde encontramos sitios de gran historia, cultura, playas, artesanías y, además, una gastronomía que ofrece sabores locales inolvidables.  

¿Dónde se ubica Uxmal?

Yucatán posee una rica herencia histórica que pocos lugares en el mundo pueden presumir. La riqueza de su pasado se cimienta al encontrarse en el territorio del área maya, la cual cubre la parte oriental que ocupó Mesoamérica; es decir, el sureste de México.

La zona está integrada por la península de Yucatán y el estado de Chiapas, así como por Belice, Guatemala y el oeste de El Salvador y Honduras. El territorio, de 324 mil kilómetros, equivale al 65 por ciento de la superficie de España.

La cultura maya, afortunadamente, está viva, sigue latente en comunidades asentadas en diferentes zonas del estado. Con gran orgullo, los pobladores hablan la lengua maya y mantienen vivas las tradiciones heredadas por sus ancestros.

Por medio del turismo podemos adentrarnos en el esplendor y majestuosidad de su legado al conocer algunos de sus interesantes secretos, preservados en enigmáticas leyendas mayas, como la que queremos compartir en esta ocasión:

Leyenda de la fundación

En el tiempo en el que el tiempo no se contaba vivía solitaria en Kabah, ciudad cercana a Uxmal, una vieja hechicera que hacía toda clase de sortilegios y conocía todas las hierbas medicinales.

Un día supo que pronto moriría y quiso tener un hijo para aliviar su soledad. Acudió a los aluxes y éstos le dieron un huevo grande que ella llevó a su choza y lo puso a incubar bajo la tierra. Del huevo brotó un niño con cara de hombre que al año dejó de crecer y de quien la hechicera dijo era su nieto.

El enano había advertido que su abuela no se separaba nunca de tres piedras que formaban un fogón y cuando salía lo tapaba con mucho cuidado. Despierta su curiosidad, quiso saber que escondía ahí la hechicera, así que un día hizo un agujero en el fondo de un cántaro para que, cuando la vieja fuera por agua al pozo público se tardara más que de costumbre.

Surtió efecto el truco y el enano tuvo tiempo suficiente para buscar entre las cenizas. Lo que halló fue un tunkul y una sonaja, tocó ambos instrumentos y produjo un sonido tan extraordinario y agudo que se oyó perfectamente en todas las ciudades vecinas.

La hechicera, que luchaba inútilmente para llenar su cántaro, corrió a la cabaña al escuchar el sonido y reprendió con mucha severidad a su nieto.

En tanto, en toda la zona había un gran alboroto porque una profecía indicaba que, cuando se escuchara el gran ruido del tunkul y la sonaja, el soberano que entonces reinara en Uxmal sería destronado por otro rey a quien se le conocería porque haría sonar esos instrumentos.

El viejo monarca tembló al recordar la profecía, mandó a todos sus hombres a buscar al que los había tocado y así fue conducido el enano ante él. Cuando llegó el hombrecillo a la corte, todos se rieron menos el viejo monarca. Éste le dijo: “Mañana, en medio de esta plaza, el ministro de justicia romperá sobre tu cráneo, con un mazo de piedra, una canasta de cocoyoles [un fruto de gran dureza]. Si no te pasa nada, será prueba de que eres el rey anunciado por la profecía.”El enano contestó: “Estoy de acuerdo, pero si quedo vivo, tú deberás pasar la misma prueba.”

Al día siguiente, en la plaza, el ministro de justicia rompió uno por uno todos los cocoyoles contenidos en una canasta y el hombrecillo no sufrió ningún daño, porque la noche anterior la hechicera le había puesto secretamente una plancha de cobre oculta entre los cabellos.

El viejo rey, en un último intento por defender su trono, le dijo al enano: “Bien, has pasado la prueba, pero es preciso que no quede ninguna duda. Duerme hoy en mi palacio y mañana haremos otra prueba.” Respondió el enano: “De acuerdo, me quedaré en Uxmal, pero no en tu palacio porque no es digno de mí. Yo construiré durante esta noche uno para mí.”

Al día siguiente, junto al modesto palacio del viejo rey, apareció una deslumbrante construcción de planta elíptica con forma de cono truncado (se trata de la pirámide que, hoy en día, se conoce como la del Adivino).

El viejo rey no se dio por vencido y retó de nuevo al hombrecillo: “Hagamos cada uno una estatua nuestra y pongámosla en el fuego. Si el fuego la respeta, será señal de que los dioses están con aquel a quien la estatua representa.” El enano aceptó y solo le pidió al rey que éste hiciera primero la prueba.

El viejo rey hizo su estatua de madera muy dura, pero puesta al fuego se consumió. Hizo otra, ahora de piedra reluciente, pero el fuego la convirtió en ceniza de cal. Hizo el monarca una tercera, de metal, pero puesta en el fuego, se derritió como cera. El enano en cambio llevó barro mojado e hizo su figura, la puso en el fuego y, mientras más tiempo estaba entre las llamas, más fuerte y fina quedaba la estatua de barro.

El pueblo pidió de inmediato la coronación de su nuevo rey, pero él les dijo: “No puedo coronarme mientras aquí no haya un palacio para mi madre. Mañana lo verán. Ahora deseo que el viejo rey se someta a la prueba de los cocoyoles, como está pactado.” Así lo hizo el viejo soberano, quién murió cuando el ministro de justicia le rompió en la cabeza el primer cocoyol.

Al día siguiente en Uxmal había ya junto al palacio del enano otro, el castillo de la Hechicera, y varios palacios y templos que llenaron de admiración y alegría a los habitantes del Mayab.

La hechicera no pudo disfrutar mucho tiempo su castillo porque murió poco después de la coronación real. Sin embargo, dice la leyenda que en un cenote cercano aún vive, acompañada de una serpiente que se alimenta de niños que la hechicera cambia a los caminantes por jícaras de agua.

Esta leyenda sirve para explicar la construcción de los hermosos edificios de Uxmal y el florecimiento que tuvo esta ciudad maya, a cuya fina decoración suele denominarse “encaje de piedra” por la semejanza de sus frisos con este tejido.  

Ésta es una de las muchas historias por descubrir al visitar el destino, ¡visítalo!

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